viernes, 18 de noviembre de 2011

Olor a Locura

Escribe Gonzalo Casino


Sobre la enfermedad mental como desván de la medicina y la sociedad

El cóctel de locura y pobreza puede producir las situaciones humanas más extremas. En los países desarrollados muchos de los indigentes que viven en las calles de las ciudades son enfermos mentales antes que vagabundos. Pero cuando vemos imágenes de enfermos mentales en condiciones de extrema pobreza tenemos la sensación de estar al borde mismo del abismo de la devastación humana. Las fotos de José Cendón sobre la locura en África, expuestas hasta el 3 de enero en el IVAMde Valencia con el título Miedo en Grandes Lagos, muestran la situación de los enfermos mentales en algunos de los países más empobrecidos del mundo: desnudos, atados, con una mirada que está ya de vuelta del dolor y el miedo. “El olor de un hospital psiquiátrico es penetrante: se adhiere a la ropa, a la piel, e incluso se infiltra a través de los poros para adentrarse en los órganos más íntimos de una persona. Cuando este hedor proviene de un hospital psiquiátrico situado en la República Democrática de Congo, Burundi o Ruanda, se hace todavía más fuerte. La pestilencia en estos casos está mezclada con terribles sucesos –algunos de los más brutales de la historia moderna– y por ello se arraiga con más consistencia y firmeza”, explica el fotógrafo en el catálogo de la exposición, que está disponible en Internet y permite pasar sus páginas una a una. Cendón considera sus fotos como una “metáfora de la locura colectiva que ha asolado a esta región durante las últimas décadas, reflejada en los ojos de los pacientes.”
 
La neurociencia va por otro lado. La portada del último número de The Journal of Cell Biology muestra la que pasa por ser la primera imagen tridimensional de una sinapsis en acción obtenida con una nueva técnica de microscopía basada en la congelación ultrarrápida de células. Pero ¿qué tiene que ver esta imagen con las de los Grandes Lagos? La simple palabra sinapsis resuena impertinente, como una burla cruel, ante la foto de José Cendón de un enfermo mental encadenado como un perro y tirado en el suelo. Aquí no hay más sinapsis que las esposas que lo mantienen atado a la pared. Lo que nos cuenta esta imagen es que los locos son todavía en muchas partes del mundo los parias entre los enfermos y los olvidados. Es verdad que es más complicado diagnosticar un trastorno mental que un tumor y que entre las neuronas y los síntomas psiquiátricos hay un abismo de ignorancia difícil de salvar. Pero los recursos dedicados a investigar y tratar las enfermedades mentales también son incomparablemente menores que los dedicados a otras enfermedades. El camino no es encontrar genes específicos para los trastornos psiquiátricos. Esto es una quimera, como decía recientemente en Nature Daniel R. Weinberger, investigador de National Institute of Mental Health de EE UU, porque las enfermedades mentales parecen ser el resultado de complejas interacciones entre factores de riesgo que afectan al desarrollo. Hay que revisar los modelos y abordajes, y este parece ser el camino de no retorno para que la locura deje de ser el cuarto trastero de la medicina y la sociedad.

El Punto "P"

Escribe Gonzalo Casino


Sobre los hallazgos significativos, la naturaleza, el azar y la arbitrariedad

Entre bromas y veras, Voltaire decía que el trabajo de un médico es entretener al paciente mientras la naturaleza sigue su curso y cura la enfermedad. Los médicos más responsables saben que, en no pocos casos, Voltaire tiene razón, y que la buena evolución de algunas dolencias no se debe tanto a la intervención médica como a la evolución natural de la enfermedad. Un catarro, por ejemplo, dura una semana con tratamiento y siete días sin tomar remedio alguno, y con algunos procesos más graves ocurre algo parecido. En medicina es esencial determinar la eficacia de las intervenciones, y para ello hay que dilucidar si los efectos observados pueden atribuirse al tratamiento en cuestión o son obra de la naturaleza y el azar. Tarde o temprano la medicina acaba topándose con el azar y la causalidad, ese peliagudo asunto filosófico que los médicos pretender controlar con la estadística. ¿Qué probabilidad hay entonces de que un efecto observado sea obra del azar? La respuesta está en la p.

La p trae de cabeza a médicos, comunicadores y público en general. Y no es para menos: el porvenir científico y mediático de muchas investigaciones depende, seguramente en exceso, de este parámetro. El valor de la p (p value) es el punto arbitrario de corte en la línea continua que va de la certeza absoluta (probabilidad del 0% de que los resultados se deban al azar) a la falsedad absoluta (probabilidad del 100%) para delimitar si un fenómeno observado es casual o puede atribuirse a un tratamiento u otra causa. Pero, ¿dónde poner ese punto divisorio entre el azar y la causalidad? La p se ha situado por convención en el 5% (p<0,05), indicando que existe menos de un 5% de probabilidades de que los resultados observados sean debidos al azar, afirmándose entonces que los resultados son “estadísticamente” significativos. La verdad estadística nunca es absoluta sino probabilística, porque siempre hay un margen de error. La pregunta obvia es, ¿por qué el margen de error admitido es del 5%?

Ciertamente, en algún punto hay que poner el corte, como argumentaba el estadístico británico Ronald Fisher (1890-1962), fundador de la estadística moderna y padre del invento. La p o probabilidad de que un resultado se deba al azar tiende a ser menor cuanto mayor es la diferencia entre las dos variables consideradas (por ejemplo, la mortalidad en las personas que toman un placebo y en las que toman un fármaco) y cuanto mayor es el tamaño de la muestra. El valor de p puede llegar a ser, por tanto, muy elástico. Si la estadística tiene un papel central en la investigación clínica es, precisamente, porque nos permite separar el azar de la causalidad, lo irreal de lo real. ¿Hay algo más sugestivo? Según me apunta el bioestadístico Erik Cobo, “la estadística será un trabajo sexy en los próximo 10 años”, dijo el jefe de economía de Google, Hal Varian, en The New York Times. “Y no estoy bromeando”. La p tiene sin duda su punto, pero los dominios y posibilidades de la medicina se extienden, qué duda cabe, mucho más allá y más acá del controvertido y arbitrario punto p.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Los Hacedores de Historias



Boletín de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela
Editorial

Los hacedores de historias…
Rafael Muci-Mendoza[1]

“Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y no estoy muy seguro del Universo".
 Albert Einstein

¨La medicina se aprende al lado de la cama y no en el salón de clases. No dejes que tus concepciones de enfermedad vengan de palabras oídas en clases o leídas en un libro. Ve, luego razona, compara y controla. Pero primero ve¨.
Sir William Osler




Figura 1. En orden cronológico, los pioneros, los ¨hacedores de historias¨
 a lo largo de los siglos.


Ante la inminente emergencia a la escena de la salud de 8.250 médicos, llamados ¨integrales¨ comunitarios (MIC) bajo la égida de la Misión Médica Cubana, imbuida de la visión comunista de enseñanza de una medicina amputada, superficial, más ideológica que científica, donde se timaron y deformaron jóvenes en recintos cerrados, en negación de una tradición milenaria de cerca de 2.500 años de gesta, al aprender la realización de la historia o expediente clínico en ausencia del enfermo, en cercanía con este a su cabecera, pues la instrucción se dio a través de ¨tecno-enseñanza¨ a solas: computadores, videos, fotografías y páginas seleccionadas de libros de texto para memorizar, consideramos que  debemos hacer algunas reflexiones sobre la evolución de la historia médica.

·         Hipócrates (459 – 335 a.C.), figura máxima de la medicina helénica y la Escuela de Cos, genio mayor de la medicina de todos los tiempos, quien en su obra Epidemias, libros I y III, recogió las historias particulares de 42 enfermos cuyas descripciones abren las verdaderas puertas a la medicina científico-natural y al ejercicio de la clínica. La primera de esas historias debe ser transcrita nuevamente -en estos crudos tiempos de olvido-, en la versión del médico y filólogo francés Emile Littré, traducida al español: Con ellas se abren las puertas a la clínica y a la comprensión del enfermo.
 “Filisco, que vivía cerca de la muralla, se metió en cama. Primer día, fiebre aguda, sudor, la noche fue penosa. Segundo día, exacerbación general, más por la tarde; una pequeña lavativa produjo evacuación favorable y la noche fue tranquila. Tercer día, por la mañana y hasta el mediodía pareció haber cesado la calentura, pero a la tarde se presentó con intensidad, hubo sudor, sed, la lengua empezó a secarse, la orina se presentó negra, la noche fue incómoda, se durmió el enfermo y deliró sobre varias cosas. Cuarto día, exacerbación general, orinas negras, la noche menos incómoda y las orinas tuvieron mejor color. Quinto día, hacia el mediodía se presentó una pequeña pérdida de sangre por la nariz, de sangre muy negra, las orinas eran de aspecto vario y se veían flotar nubecillas redondas semejantes a la esperma y diseminadas que no formaban sedimento. Con la aplicación de un supositorio, evacuó una pequeña porción de excremento con ventosidad, la noche fue penosa, durmió poco, habló mucho y de cosas incoherentes, las extremidades se pusieron frías sin que pudieran recibir el calor y la orina se presentó negra. A la madrugada se quedó dormido, perdió el habla, sudor frío, lividez en las extremidades y sobrevino la muerte a la mitad del sexto día. Este enfermo tuvo hasta su fin la respiración grande, rara, como sollozosa, el bazo se le hinchó y formó un tumor esferoidal, los sudores fríos duraron hasta el último instante y los paroxismo se verificaron en los días pares”.
Esta magistral descripción clínica es el resultado metodológico de siglos de observación a la cabecera del enfermo, en ella no hay nada de misticismo ni de magia, se describe lo que se ve y se palpa y se toman medidas terapéuticas que responden a un pensamiento lógico razonado. Todo este saber médico alejado de especulaciones abstractas y encaminadas a la curación del enfermo es, no otra cosa, que verdadero arte clínico. El párrafo que acabamos de leer, a la que nada escrito con anterioridad puede compararse, valga decir las descripciones de las tablas votivas que se colgaban de las paredes o columnas de los templos griegos, dio nacimiento documental a la clínica en la historia médica de la humanidad
El propio Hipócrates en su Tratado del Pronóstico nos precisa la metodología de la exploración clínica e incluye el concepto de pronóstico con el que se completa el primer método clínico conocido hasta entonces:
“El médico –escribió Hipócrates- deberá hacer en toda enfermedad aguda las siguientes observaciones: primero examinar la cara del enfermo y notar si se asemeja a las de las personas sanas, y sobre todo, si se parece a la del mismo cuando estaba saludable; esta circunstancia es la mejor, pues cuanto más se aparta al parecido natural, tanto mayor será el peligro. Las facciones llegan a su mayor grado de alteración cuando la nariz se afila, los ojos se hunden, las sienes se deprimen, las orejas se encogen y enfrían, sus lóbulos se inclinan hacia fuera, la piel de la frente se pone tirante, seca y árida, toda la cara, en fin, queda verdosa, negra, lívida o aplomada. Si desde el principio del mal el rostro presenta estos caracteres y los demás signos no suministran indicaciones suficientes, se preguntará si el enfermo ha estado mucho tiempo desvelado, si ha tenido alguna gran diarrea, si ha sufrido hambre, porque si hubiese acontecido cualquiera de estos accidentes, deberá considerarse menos inminente el peligro. Semejante estado morboso se juzgó en 24 horas cuando las causas que acabo de indicar son las productoras de la alteración fisonómica, pero si así no fuera, si la enfermedad no cesase en las horas prefijadas la muerte no se hará esperar”.

·         Thomas Sydenham (1624-1689), genial clínico llamado el Hipócrates inglés, le corresponde el gran mérito histórico de haber hecho comprender en el siglo XVII la necesidad del regreso a la observación de los fenómenos clínicos a la cabecera del enfermo y fiel a la esencia del legado hipocrático, que tiene como objetivo directo y supremo de la medicina, curar al enfermo. Mientras los yatroquímicos y los yatrofísicos sostenían las más ásperas polémicas, él volvía a la Escuela Helenística y afirmaba la necesidad de actuar próximo al enfermo.
Una anécdota de este brillante clínico que no sólo enseñaba medicina, sino que también procuraba que la cultura permeara en sus alumnos es esta que se reseña. En ocasión de su graduación, uno de ellos,  Richard Blackmore le pidió la recomendación de una gran obra de medicina para su mejor preparación. Aquél le dijo: ¨Leed el Quijote¨, y al repetirle la pregunta, no le habló de una obra de Shakespeare, el Cisne de Avon, sino que le insistió: ¨Releed El Quijote…¨.
·         Hermann Boerhaave (1668-1738), también llamado Hipócrates Holandés del siglo XVIII, dará nuevo ordenamiento a la relación entre la práctica y la elaboración de las ideas abstractas para enriquecer el método clínico. Hasta ese momento se desarrollaba primero la teoría, adaptando a ella la experimentación y el enfermo. Boerhaave enseñó a examinar primero al enfermo y a estudiar el mal y después sobre esa base construir la doctrina. En dos pequeñas salas con sólo doce camas en el Hospital de Leyden, apoyado en su método, diría el erudito historiador médico Henry E. Sigerist[2], formó a los clínicos de media Europa.

·         René Theophile Hyacinthe Laennec (1781-1826), en 1819, producto de su intenso trabajo a la cabecera del enfermo pulmonar –ese que le llevó a la muerte por tuberculosis -, publica en dos voluminosos tomos su obra, Tratado de la auscultación mediata y de las enfermedades de los pulmones y del corazón. En ella expuso los detalles que le llevaron a la invención del estetoscopio y al descubrimiento y pulimentación de la auscultación mediata o instrumental. Entraba en la clínica un nuevo lenguaje muy emparentado con el de la percusión o inventum novum de Leopold Auenbrugger (1761), y los médicos de todo el mundo repetirían sin cansancio las descripciones de los sonidos orgánicos, ya del sano o del enfermo, así como descritas por el genial clínico en el Hôpitaux Charité,  fundado en Paris en el siglo XVII.
“El estertor crepitante húmedo –describió Laennec- es un ruido que se produce evidentemente en el tejido pulmonar. Se le puede comparar al de la sal que se hace crepitar a un calor suave en una sartén, al que produce una vejiga seca que se insufla, o menos todavía, al que deja oír el tejido de un pulmón sano e hinchado de aire que se aprieta entre los dedos; sólo que es un poco más fuerte que éste último y, además de la crepitación, lleva consigo una sensación de humedad muy marcada”.

·         Joseph Skoda, internista (1805-1881), apoyado por el patólogo Karl von Rokitansky (1804-1878), apodado el "Linneo de la anatomía patológica", con su Tratado sobre la percusión y la auscultación, publicado en 1839, es en opinión de Sigerist el basamento del diagnóstico físico moderno. El método clínico se había completado, pero faltaba el pensamiento unificador que habrá de interrelacionar todas sus partes para llegar al diagnóstico: el interrogatorio o diálogo diagnóstico, la inspección, la palpación, la percusión y la auscultación, sobre todo las dos últimas. Esta labor la realizaría cabalmente Skoda, la más alta figura de la clínica de la Escuela Médica Vienesa.
El siglo XIX y la primera mitad del XX constituirán la época de oro de la clínica, principalmente en Europa. En ese tiempo aparecerán las obras de los grandes sistematizadores del conocimiento clínico de la Escuela Francesa: Armand Trousseau (1801-1867), Segismundo Jaccoud (1830-1912), Pierre Potain (1825-1901), Claude Bernard [3] y George Dielafoy (1840-1911). La inspección será llevada a su máximo por la Escuela Italiana de Aquiles de Giovanni (1837-1916) y Nicolas Pende (1880-1950). La palpación logrará perfecciones en las manos de Ernest Laségue (1816-1883) y Franz Glenard (1848-1920). La percusión alcanzará su cúspide con la técnica concéntrica y convergente de Potain dibujando los difíciles perfiles del corazón. Y la auscultación llegará a su más alta expresión en los oídos virtuosísimos de Austin Flint (1812-1886) y Henry Vaquéz (1830-1936).

·         ·       Sir William Osler (1849-1919), patólogo, clínico, educador, bibliófilo, historiador y escritor del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, llamado ¨Padre de la moderna medicina¨ e Hipócrates Americano. Poco después de llegar a Baltimore, Osler insistió en que sus estudiantes de medicina en formación tempranamente se adiestraran junto a la cama de los pacientes: En su tercer año tomaban las historias y realizaban de exámenes físicos y además, sencillas pruebas de laboratorio de las secreciones, sangre y heces[4]. Fue pionero de la enseñanza junto a la cama del enfermo pasando revista con un puñado de estudiantes, donde enseñaba su método incomparable de " exploración física minuciosa".
Su mayor contribución fue el insistir en que los estudiantes aprendieran a ver y hablar con los pacientes, complementando su formación mediante el establecimiento de la residencia médica. This latter idea spread across the English-speaking world and remains in place today in most teaching hospitals. Esta última idea se diseminó por el mundo de habla inglesa y sigue en pie hoy en día en la mayoría de hospitales docentes.Through this system, doctors in training make up much of a hospital's medical staff A través de este sistema, los médicos en formación constituyen una gran parte del personal médico de un hospital. The success of his residency system depended, in large part, on its pyramidal structure with many interns, fewer assistant residents and a single chief resident, who originally occupied that position for years El éxito de la residencia dependía, en gran parte, de su estructura piramidal, con pasantes, residentes, asistentes y un jefe de residentes, que originalmente ocupaba el puesto por años. While at Hopkins Osler established the full-time, sleep-in residency system whereby staff physicians lived in the Administration Building of the Hospital. Estableció el tiempo completo, así que los médicos del personal vivían en el Edificio de Administración del Hospital durante siete u ocho años durante los cuales llevaban una vida restringida, casi monástica. As established, the residency was open-ended, and long tenure was the rule.
Aplicado a la situación de la Venezuela actual y la de-formación de los MIC cubanizados, He liked to say, "He who studies medicine without books sails an uncharted sea, but he who studies medicine without patients does not go to sea at all." gustaba decir: “El que estudia medicina sin libros navega en un mar desconocido, pero quien estudia medicina sin pacientes no navega del todo”.His best-known saying was "Listen to your patient, he is telling you the diagnosis," which emphasises the importance of taking a good history. [ 2 ] Su aforismo más conocido que hace hincapié en la importancia de obtener una historia clínica integral, reza como sigue, "Escucha a tu paciente, te está diciendo el diagnóstico".
He reduced the role of didactic lectures and once said he hoped his tombstone would say only, "He brought medical students into the wards for bedside teaching."Redujo el papel de las conferencias didácticas  y una vez dijo no deseo otro epitafio ... que la afirmación de que, ¨Enseñó a los estudiantes de medicina en las salas, ya que lo consideró el trabajo más útil e importante que hayan sido llamados a hacer." Osler fundamentally changed medical teaching in the North America, and this influence, helped by a few such as the Dutch internist Dr. PK Pel , spread to medical schools across the globe.

·        Viktor von Weiszäcker (1886-1957), neurólogo e internista alemán, considerado como uno de los fundadores de la Medicina Antropológica,  líder de la medicina psicosomática en Alemania, basada en el principio de que los fenómenos psíquicos y los somáticos son dos aspectos de un mismo proceso, hasta el punto de llegar a considerar a todas las enfermedades como dolencias "psico-somáticas", aun cuando en muchas de ellas el componente "psicológico" no sea identificable o tenga muy escasa relevancia.  En su Proyecto para una teoría general de la enfermedad, básicamente consideró que toda enfermedad pasa por tres fases: neurosis, biosis y esclerosis. Cuando un problema del ello no se resuelve satisfactoriamente se manifiesta como síntoma corporal, que es la expresión simbólica de un órgano. Si el médico desapercibido no intenta la psicoterapia adecuada y una relación satisfactoria con el paciente, aparece la biosis, la enfermedad orgánica, y los signos físicos de ella. La actitud del médico suele ser dar una receta la que, con frecuencia, controla la enfermedad brevemente, por efecto placebo. Pero la enfermedad recurre y finalmente la función del órgano "muere" (esclerosis) y ya no es posible la terapéutica adecuada ni la curación Es un hecho que cuando enferma un órgano enferma el hombre entero y cuando enferma la mente también enferma todo el hombre.

·         Pedro Laín Entralgo (1908-2001), médico español universalmente reconocido como un notable investigador en el campo de la historia de la medicina, así como en diversos ámbitos del pensamiento y la cultura. Para muchos, es el humanista e investigador médico más destacado de la España del Siglo XX y el precursor de una enseñanza renovada y creativa de las ciencias sociales y humanas en la formación del médico. Varios connotados médicos habían desarrollado previamente una visión antropológica de la medicina: von Weiszäcker, Deutsch y Alexander pero difícilmente se puede encontrar un análisis de naturaleza antropológica de la medicina tan sistemático, detallado y profundo como el que el hizo. Su extraordinario libro, "La historia clínica" (1950, 1961), lo habrían de conducir a su teoría de la relación entre el médico y el paciente. Señaló con mucha claridad el pensamiento central de su exposición: "El fundamento de la patología general está constituido por un conocimiento del hombre en cuanto sujeto a la vez enfermable y sanable, en cuanto sujeto que puede padecer enfermedad y, por lo tanto, que está sano y en cuanto sujeto que padece de hecho enfermedad. En cuanto sujeto que puede ser técnicamente curado de su enfermedad y en cuanto sujeto que puede ser librado de la enfermedad antes de que llegue a padecerla. El conocimiento científico del hombre en cuanto sujeto enfermable y sanable: esto es justamente, tal como yo lo entiendo, la Antropología médica".

·         ·         Gregorio Marañón (1887-1960), llamado el Hipócrates Español,  se destacó en tres facetas fundamentales de su vida: la de médico, la de historiador y la de moralista. Para referirse a la importancia de la comunicación entre un médico y su paciente, del diálogo exploratorio o anamnesis, se hacía la siguiente pregunta, -¨ ¿Cuál es el instrumento que ha más ha hecho progresar a la medicina?¨, y sin titubear él mismo se contestaba, ¨ ¡La silla!¨  Pues es ella donde el médico al escuchar con atención, inteligencia y destreza, se deja enseñar por el enfermo, calza sus zapatos pudiendo así entender el cuadro patológico que trae a consideración, puede percibir la enfermedad y entender la subjetividad de la persona que la sufre. Por cierto, el profesor Carlos Jiménez Díaz (1898-1967), gloria de la clínica española, señalaba que, ¨Antes de la inspección, la palpación, la percusión y la auscultación -pilares del diagnóstico físico-, el médico debe saber efectuar la ‘escuchación’¨.
·         En nuestro país, Venezuela, una pléyade de insignes médicos desde la época del Sabio José María Vargas (1786-1854) y que sería muy largo de mencionar han enseñado y siguen enseñando medicina a la cabecera de la cama del sufrido en el Hospital, en el Ambulatorio o en el domicilio, ¡Cómo debe ser…!


Colofón

En el ¨aquí y el ahora¨ del desarrollo médico actual presenciamos un progresivo, tumultuoso e incesante avance en las técnicas de exploración morfológica y funcional, al punto de equipararlas a la realización de una autopsia, virtual, se entiende. Así, no deja de impresionar el avance tecnológico mediante el cual diversos métodos, la más de las veces sofisticados y costosos, permiten descubrir alteraciones sistémicas y trastornos de las funciones orgánicas que hasta hace poco podíamos detectar con esfuerzo. Si bien ello constituye una verdad indiscutible, no es menos cierto que los avances en los métodos diagnósticos han hecho olvidar con frecuencia otro método indiscutible, el de la semiología clásica y, en particular, la cuidadosa obtención, análisis y valoración inteligente de los datos de la historia clínica, que siguen conservando un valor insospechado en la medicina moderna, pues permiten realizar un diagnóstico acertado hasta en un 90% de los casos.

El estudiante de medicina y posteriormente el graduado, ¨silla frente a silla¨ y a vida entera, debe entrenarse para acometer el proceso de una comunicación individual adecuada y fructífera, que sirva de guiador para indicarle durante el examen físico, el énfasis requerido en aquellas áreas de reparo que la conversación haya sugerido, permitiendo al mismo tiempo, ver la persona tras la enfermedad. Este examen deberá ser completo, aplicando los procederes clínicos básicos al mismo tiempo que sabiendo cómo registrar y transcribir en forma comprensible, cronológica y legible, sin errores ortográficos[5], los datos recogidos en las diferentes postas del examen, sin incurrir en iatrogenia y cuidando los principios básicos de la ética médica. Para finalizar, deseable sería incluir una corta epicrisis: juicio o apreciación clínica de la enfermedad bajo consideración e inclusive, alguna bibliografía básica si se tratara de una condición poco conocida.
Entre enero y julio de 2008 un comité de médicos cubanos evaluó la calidad de los profesores del programa de Medicina Integral Comunitaria en el Municipio Marcano del Estado Nueva Esparta, concluyendo que ¨tenían escasa experiencia docente, insuficiencia de conocimientos y habilidades para desempeñarse pedagógica y metodológicamente¨… ¨En la formación de pregrado se apreció que estas deficiencias impiden un adecuado desempeño metodológico en la preparación y la impartición de los contenidos¨[6].
¿Cómo pudieron cohonestar médicos venezolanos, egresados de universidades nacionales según planes programáticos consagrados por el tamiz del tiempo y que han ido evolucionando con miras al futuro, por una nueva forma de enseñanza que soslaya de plano el contacto con el enfermo?, ¿Cómo el coordinador de su programa, médico venezolano, exprofesor de la Escuela José María Vargas, pudo afirmar que los ¨médicos venezolanos desconocen a sus comunidades y por lo tanto, no están formados para atenderla¨, traicionando y entregando la soberanía de la educación médica en manos ignaras de empíricos, aprendices y saltabancos? ¿Por qué tanto odio destructivo para con la ¨madre clínica¨ y para con su Alama Mater?
Al médico comunitario le llamaban en Cuba, ¨Cinco Picos¨, pues con solo subir cinco veces el Pico Turquino en la Sierra Maestra le daban el título de médico, y se decía que su especialidad era dar el certificado de defunción. Quiera Dios que con estos jóvenes que han enajenado sus vidas y sus práctica no se cumpla el decir de Carlos Alberto Montaner acerca de los ¨esclavos modernos¨ o médicos cubanos: ¨Son los esclavos preferidos del Comandante: Los alquila, los vende, los presta, los cambia por petróleo, los utiliza como coartada para justificar su dictadura¨
Bajo esta forma sucinta de repasar la historia de la clínica, podemos apreciar que con esta cohorte de 8.250 ¨médicos ¨integrales¨ y otra veintena de mil por venir, el gobierno nacional hará naufragar la medicina nostra mediante una oferta engañosa con avieso fin de sumergirnos más en el atraso cuartelario, destruir la medicina nacional y poner en riesgo la salud de la nación.
Dios y la Patria a todos se los reclamará…

rafael@muci.com; rafael@mucimail.com


Addendum. Aforismos de Sir William Osler, Padre de la Medicina Interna[7]

1.    ¨El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la
enfermedad¨.
2.    ¨Estamos aquí para añadir lo que podemos a la vida, no para sacar lo que podemos de la vida¨.
3.     ¨No hay arte más difícil de adquirir que el arte de la observación, y para algunos es realmente difícil registrar sus observaciones en lenguaje breve y sencillo¨.
4.    ¨El deseo de tomar medicinas es quizá la característica más grande que distingue al hombre de los animales¨.
5.     ¨Uno de los primeros deberes del médico es educar a la población a no tomar medicinas¨.
6.    ¨El joven médico comienza la vida con 20 drogas para cada enfermedad, y el médico viejo termina la vida con una droga para 20 enfermedades¨.
7.    ¨El coraje y la alegría no sólo te harán sobrellevar los momentos ásperos en la vida, sino que te capacitará para llevar confort y ayuda a los corazones débiles y te consolará  en las horas tristes¨.
8.    ¨Es mucho más importante conocer qué suerte de paciente tiene la enfermedad, que qué suerte de enfermedad tiene el paciente¨.
9.    ¨La práctica de la medicina es un arte, no un comercio; una vocación, no un negocio; una vocación en la cual tu corazón se ejercitará igualmente que tu cabeza. Con frecuencia la mejor parte de tu trabajo no tendrá que hacer nada con pociones o píldoras, y más con el ejercicio de la influencia de lo fuerte sobre lo débil, de lo derecho sobre lo torcido, de lo sabio sobre lo tonto¨.
10. ¨Observa, registra, tabula, comunícate. Usa tus cinco sentidos... Aprende a ver, aprende a oír, aprende a sentir, aprende a oler, y ten seguro que mediante la sola práctica puedes volverte un experto¨.
11.  ¨La mejor preparación para el mañana es hacer el trabajo de hoy superlativamente bien¨.
12.  ¨El valor de la experiencia está no en ver mucho, sino en ver sabiamente¨.
13. ¨El enemigo más peligroso que tenemos que combatir no es la carencia de conocimientos, es la apatía, el desinterés, es la indiferencia de cualquier causa¨.
14. ¨Es mucho más simple comprar libros que leerlos y más fácil leerlos que absorber sus contenidos¨.
15. ¨Preocúpate más por el individuo que por las características especiales de su enfermedad… Ponte en su lugar… La palabra amable, el saludo alegre, la mirada de afecto—eso que el paciente entiende¨.
16. ¨No vivas en el pasado ni en el futuro, pero deja que cada día absorba todo tu interés, energía y entusiasmo. La mejor preparación para el mañana es vivir bien el presente¨.
17. ¨Mientras mayor la ignorancia, mayor será el dogmatismo¨.
18. ¨Elimina toda ambición más allá de hacer bien el trabajo diario. Para tener éxito, los viajeros en el camino viven en el presente sin considerar el mañana. No vivas ni en el pasado ni en el futuro, sino deja que el trabajo de cada día absorba toda tu energía y satisfaga tu más deseada ambición”.
19. ¨Trabajo es el ábrete sésamo de cada portal, el gran ecualizador en el mundo, la verdadera piedra filosofal que transmuta en oro todo el metal de la humanidad ¨.
20. ¨Para el médico general una biblioteca bien usada es uno de los pocos correctivos de la senilidad prematura que está tan dispuesta para engullirlo...¨.
21.  ¨El primer paso hacia el éxito en cualquier ocupación es interesarse en ella¨.
22.  ¨Jabón y agua, y sentido común son los mejores desinfectantes¨.
23. ¨Ningún ser humano está hecho para conocer la verdad, la completa verdad y nada más que la verdad; aún los mejores hombres deben contentarse con fragmentos, con miradas parciales, nunca con la verdad completa¨.
24.  ¨No hay, en verdad, especialidades en medicina. Para saber completamente muchas de las enfermedades más importantes, basta con familiarizarnos con sus manifestaciones en muchos órganos¨.
25.  ¨Las filosofías de una época se han vuelto los absurdos de la siguiente, y las tonterías de ayer se han vuelto la sabiduría del mañana¨.
26. ¨Estudia hasta los 25, investiga hasta los 40, ejerce hasta los 60, edad en que yo te retiraría con doble paga.”





[1] Vicepresidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela. Individuo de Número Sillón IV. 11.11.2011
[2] Henry Ernest Sigerist (París, 1891–1957), profesor en Europa y Norteamérica, fue uno de los más influyentes historiadores de la medicina del siglo XX.
[3] ¨No hay enfermedades, sólo enfermos¨
[4] Según estos preceptos, en 5º y 6º año de medicina mis compañeros y yo, bajo la tutela del Maestro Otto Lima Gómez y de la Doctora Estela Hernández –entre otros-, aprendimos y realizamos sencillas pruebas complementarias de nuestros pacientes en un pequeño laboratorio en el fondo de la Sala 7 del Hospital Vargas de Caracas, que incluían desde la hematología completa con VSG hasta la determinación de células LE, química sanguínea, heces y orina. Debíamos tener lista esa información para el momento de la revista de sala.
[5] Todo médico debe tener al alcance de sus manos un ejemplar del Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española de la Lengua) y un Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (por ej., de editoriales Salvat o Masson).
[6] Zayas Fernández M, Lachicott Frias E, Hidalgo León N, González Feria A. ¨Caracterización del desempeño docente del núcleo de profesores de Barrio Adentro del Municipio Marcano¨. Humanidades Médicas, versión on line enero-abril de 2011. http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S1727-81202011000100013&script=sci_arttext
[7] ThinkExist.com. William Osler Quotes. http://thinkexist.com/quotes/william_osler/

domingo, 21 de agosto de 2011

Terapia de Crisis

"La muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la esperanza.

Alfredo Moffat

Psicólogo social, psicodramatista y arquitecto argentino. Terapista de crisis. Nació en 1934 y es considerado uno de los discípulos predilectos de Enrique Pichón Riviere. Participó en la fundación de la Escuela de Psicología Argentina.

La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly…)

Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra.

El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más.

Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble.

También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas.

Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro.

En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas.
*
En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos.

Hay una etapa de la vida en que uno e niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.

Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje
de la vida.

La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario...

En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se complementan.

En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y  aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.

En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido.

La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave,  neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio.  Los humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del útero a la tumba.

Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza.

Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida.

Alfredo Moffat - Psicólogo - “Terapia de Crisis. La emergencia psicológica”

martes, 2 de agosto de 2011

Nuevo Paradigma Médico


Rafael Muci-Mendoza

Boletín de la Academia Nacional de Medicina
Editorial, agosto de 2011
Individuo de Número, Sillón IV

¨ ¡Guarden la compostura y bajen la voz! Estamos pasando frente a la sala de los cardiópatas…¨ La voz de un joven médico que nos guía, suavemente nos conmina al tiempo que se lleva el dedo índice extendido verticalmente sobre sus labios cuando pasamos frente a la Sala 1… Corría el año 1958. Tercer año de medicina. Nuestro primer día en el Hospital Vargas de Caracas, el sacrosanto templo de la medicina nacional, luego de haber pasado por la anatomía y fisiología, histología, bioquímica y fisiopatología, microbiología, parasitología y farmacología, apertrechados con un bagaje suficiente de conocimientos y términos médicos –al finalizar nuestra carrera, cincuenta y cinco mil palabras acumularíamos en nuestro banco de memoria-; todo, para poder seguir nuestra marcha hacia adelante. Se entendía que para entonces, hasta el ruido de nuestra vocinglería alegre y juvenil podía trastornar el cansado corazón de aquellos heridos en la noble fibra del miocardio. Y con esa nota de consideración hacia el desvalido que yacía entre blancas sábanas, iniciaríamos el comienzo de nuestra comprensión del enfermo, más propiamente del hombre enfermo. Algo más que órganos, aparatos y sistemas. Era el primer peldaño de las clínicas, la semiología, el aprendizaje del significado de los síntomas y de los signos, y de la semiotecnia, el arte de ponerlos de manifiesto, de sacar hacia el afuera el enemigo aposentado en el adentro. Nos faltarían luego 3 años más para que esa enseñanza escalonada y cada vez más compleja, como los frutos, alcanzara sazón. Veíamos el ejecutar de los grandes profesores con sus níveas batas. Sentíamos tanto respeto que rehuíamos sus miradas, a veces cargadas de reproche, otras compasivas ante nuestra insipiencia. ¡Esto ya no es juego de niños! ¡Esta no es una carrera para flojos ni espíritus pusilánimes! Allí aprenderíamos los cinco preceptos a cumplir de cara al enfermo: El diálogo diagnóstico y sanador o anamnesis, la observación o inspección, la palpación, la percusión y la auscultación. ¿Cómo? ¿Sólo eso…? Luego de cincuenta años, aún los seguimos aprendiendo…
¿Cómo lo hacen? -nos preguntábamos-, ¿cómo mirando sólo al enfermo, su facies, su posición en la cama, su piel, su respiración, las venas del cuello, su pecho descubierto, de un vistazo tienen acceso a una información que parece surgir como por arte de magia, tan fácilmente, como de la nada? ¿Fácilmente? Eran muchos años de entrenamiento en comprender el fiel, pero críptico lenguaje de los órganos y sistemas aporreados por la furia de la enfermedad.  Recuerdo con especial veneración al doctor Otto Lima Gómez, Jefe de la Clínica Médica y Terapéutica A, todo un Maestro; él fue el responsable de que me desprendiera de mi amado grupo de la ¨M¨, asignados al Hospital Universitario de Caracas. Pedí mi traslado en quinto año de medicina. Ello fue para mí un renacer, un presenciar y absorber una medicina diferente y auténtica, muy clínica, muy científica y muy humanística. Oí por primera vez la frase hipocrática, ¨Primum non nocere¨ -primero, no hacer daño-; me enteré de que existían Ludolf Krehl, Viktor von Weizsäcker y Michael Balint padres de la medicina antropológica, aquella que toma en cuenta la biografía al momento de la eclosión de la enfermedad y rogaba por un vínculo maduro y afectuoso con el enfermo. Otros también conocí, la doctora Estela Hernández –ida precozmente-, también me marcó por su puntillosa rectitud, compromiso y amor por el estudio y por sus pacientes y alumnos. Pero no se quedó ahí, ¡Pude quedarme en el Hospital! Entre 1961 y 1963 realicé mi internado rotatorio y residencia hospitalaria de medicina interna en su servicio, lo cual apuntaló aún más mi deseo de ser internista e introyecté muy adentro todo cuanto me habían enseñado y había visto. Hubo muchos otros; y ya Instructor por Concurso de Clínica Médica, ahora en la Cátedra Clínica Médica y Terapéutica B, con el doctor Herman Wuani Ettedgui a la cabeza, padre bueno, bondadoso y desinteresado. ¡Cuánto aprendí la necesidad de conocer no sólo las drogas que recetaría, sino también sus efectos colaterales, tantas veces responsables de nuevos síntomas insospechados en el paciente! Quedan afuera muchísimos otros que dejaron una impronta en mi ser y una gratitud insospechable, como no fuera el hacer y trasmitir sin mezquindad lo que ellos me enseñaron con bondad: como el deber ser y el deber hacer…
En razón de la nube negra del desprestigio aposentada sobre la clase médica norteamericana, materialista y deshumanizada, en la década sesenta se afirma que la American Medical Association, intentó maquillar y exaltar su figura a través del financiamiento de series televisivas con personajes de ficción que enaltecían la labor del médico. En la mayoría de ellas, el protagonista se hacía acompañar por su maestro o por un alumno, portando un estetoscopio, símbolo de la profesión médica. Surgieron así, James Kildare (1961-1966) interno del Hospital Blair General, donde aparte de perfeccionar y adquirir experiencia en su profesión, se interesaba vivamente en los problemas de sus pacientes, llegando a involucrarse con ellos. Se ganó el respeto de su superior el Dr. Leonard Gillespie con quien mantenía una relación paterno-profesional. Le siguió Ben Casey y su mentor, el doctor David Zorba (1962-1966), serie conocida por su apertura icónica donde una mano diseñaba símbolos en un cuadro negro: ¨Hombre, mujer, nacimiento, muerte, infinito¨. Otro personaje lo constituyó Marcus Welby (1969), médico chapado a la antigua; trabajaba en su casa de Santa Mónica, California; no obstante, tras sufrir un infarto cambió su vida y su práctica, viéndose obligado a  trabajar con otro médico más joven, James Kiley y sus novedosos métodos de trabajo. Welby echaría de menos los días en que iba a casa de sus pacientes y era para ellos, más que un simple doctor, un sabio consejero. Todas estas series mostraban diferentes facetas del paradigma médico de la década sesenta, un ser humano rodeado por una aureola de entrega y humanitarismo. Luego entre los años 2063 a 2379, hasta surgió un médico diferente y del futuro, Leonard Horacio MacCoy un personaje de Star Trek (Viaje a las Estrellas) (1966) donde era el Oficial Médico en Jefe a bordo de la nave estelar Enterprise bajo el comando del Capitán James Kirk, quien le puso el apodo de "Bones". Hacia el año 2267, McCoy recibió la Legión of Honor. En la serie original, era uno de los tres personajes principales, representaba la emoción humana como personalidad opuesta a la disciplina lógica del Mr. Spock; dotado de una gran compasión, era también bastante gruñón, supersticioso, y temía de forma irracional a las nuevas tecnologías. El aplastante materialismo a ultranza de los últimos cuarenta años terminó por echar por tierra cualquier intento de remiendo de la figura del médico, que definitivamente había caído del pedestal donde la sociedad le había colocado por su peso humanitario y su desprendimiento...
Nuevos y gélidos tiempos acaecen, donde la consigna de quien ahora fija el rumbo de la medicina mundial parece ser, ¡Time is Money!; con Francisco de Quevedo podríamos también decir, ¨Poderoso caballero es don Dinero¨. Ya el médico que conocimos y con el que nos identificamos, no existe más. ¡No!, no pudo amalgamarse al avasallante progreso frío y calculador, simplemente quedó fuera… La medicina perdió su independencia, fue conquistada por y para las multimillonarias compañías hacedoras de píldoras, instrumentos de diagnóstico y una parafernalia de gadgets; inventaron nuevos conceptos de enfermedad para hacer del hombre saludable, un enfermo, temeroso y dependiente de vitaminas, antioxidantes y otros exabruptos. Destruyamos el prestigio del médico ganado en buena lid y su compromiso y empatía con el sufriente; inventemos un nuevo paradigma, una máquina desconsiderada hacedora de diagnósticos por descarte mediante una sucesión de procedimientos sin rumbo y sin tino que nos dejarán dinero. Hagamos al médico esclavo de la técnica, esa que nosotros definiremos. Convenzamos al colectivo de que esa, es la medicina. Inventemos al doctor Gregory House, especialista en enfermedades infecciosas, ¨brillante diagnosticador¨, omnimédico -fluente en todos los dominios de la medicina-, cínico y frío, calculador, proclive a la técnica abusiva y al empleo de fármacos adictivos; grosero, indiferente, despreciativo y que manifiesta un desgarrante distanciamiento emocional con sus pacientes a quienes tilda de mentirosos cuando su comportamiento traspasa la frontera hacia lo antisocial, de talante desconsiderado y peligroso, quien se brinca a la torera el paso inicial de toda relación médico paciente como es el diálogo diagnóstico o anamnesis –ya de por sí sanador-, y guiador de lo que deberá hacerse después de un examen físico integral, pero dirigido con tino donde la queja se aloja y señala. Luego vendrán los exámenes que ¨complementarán el diagnóstico¨, no exámenes ¨paraclínicos¨ que parece corrieran a la par del dolor sin cruzarse con él. Así que no deja de causarme sentimientos encontrados, de dolor y tristeza, de admiración y repulsa, de rechazo y duda la serie de aventuras de House y sus desprevenidos enfermos. Él y su grupo de fellows y uno que otro adjunto, van tras el diagnóstico del paciente, sin parar mientes en la cantidad de actos iatrogénicos que en su búsqueda van produciendo: Exámenes de la más elevada tecnología, biopsias, endoscopias, resonancias y hasta biopsias cerebrales estereotáxicas suplen el diagnóstico diferencial que solemos hacer, producto del conocimiento y la experiencia. Produce terror el pensar que alguna vez le conozcamos como pacientes; de ser así, sufriríamos su desdén y sus burlas; el dolor producido por un médico frío y sin escrúpulos; el que nos ignore como personas y el que piense que siempre mentimos. A decir verdad, no entiendo el fin didáctico que persigue la serie. ¿Será acaso hacernos sentir que esa medicina materialista y cosificadora del ámbito del ¨manejo¨, será la única que tendremos? ¿Será que tocar al enfermo y extraer sus secretos con los cuatro sentidos restantes carece de valor? ¿Será el prepararnos sutilmente para manipularnos como médicos y aceptar que los pacientes necesitan de más y más tecnología? ¿Será para convencernos de que existen allá, portentosos aparatos para ser utilizados y que debemos exigir que se usen sobre nosotros…?
Es este el nuevo paradigma que el dinero y la ambición nos ha vendido… 
En suma, House constituye uno de los dramas menos realistas alguna vez transmitidos por televisión, pues la medicina en su más profunda naturaleza es un compromiso y un desafío intelectual, espiritual y emocional; la palabra del médico fue y sigue siendo a la vez instrumento de curación, creación y comunicación; de curación, como el más potente agente curativo desde la catarsis hipocrática al diálogo psicoanalítico.
¿Será que vendrán tiempos mejores de un médico humanitario y científico, con tiempo para conversar y aliviar, bien formado en la clínica y en la técnica, de veras sanador? 
 
  ¨Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado                      
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero¨.

Francisco de Quevedo

 (1580-1645)