miércoles, 29 de diciembre de 2010

Marketing de la Locura

La táctica del marketing en la salud mental: Se inventa una nueva enfermedad porque está la droga lista bajo la manga. Los estados de ánimos normales se venden como parte de una sintomatología, y crean en personas normales la necesidad del fármaco. Y esto se hace aún con niños que cada vez consumen más fármacos innecesariamente.
Mira el siguiente video "Los futuros clientes de la Industria farmacéutica"


Interesante documental que denuncia una tendencia que se expande sin que las autoridades tomen cartas en el asunto.
Una de las soluciones puede ser el cambio de paradigma "medicamento". Es decir que la consulta no debe siempre zanjarse con una receta, para ello hay que educar al médico y a la opinión pública. Quien tendrá la voluntad y coraje político de poner en practica ese cambio?

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Las Etiquetas Engordan

Marisol Guisasola

Hace poco, me lleve a casa una bolsa con 4 bollos que se anunciaban como light. El envoltorio decía que tenían solo 90 calorías por ración, por lo que deduje que cada bollo tenía 90 calorías. Solo después comprobé que una ración era apenas un tercio de un bollo. La pregunta es: ¿Quién se come solo la tercera parte de un bollo? Es lo que pasa con las etiquetas: si las lees con detenimiento, te entra un ataque de pánico que solo puedes calmar con una tableta de chocolate o terminándote lo que viene en la bolsa.

Y es que casi todo lo que viene en bolsa y con etiqueta se alía para que engordemos. El otro día casi me da un pasmo cuando vi que unas patatas fritas “a fuego lento y con aceite de oliva virgen extra” que me compré por eso de la salud tenían ¡¡580 calorías por 100 gramos!! El problema de las patatas fritas es lo que decía aquel eslogan: “toma una y no dejarás ninguna”. Como la bolsa tenía 150 gramos acabé metiéndome casi 900 calorías entre pecho y espalda y sintiéndome fatal por ello.

Dicen que la ansiedad favorece el aumento de peso al incrementar los niveles de cortisol, esa nefasta hormona que nos corroe por dentro y que dispara el apetito. Por eso lo tengo decidido: no pienso tomar nada directamente de una bolsa. Su vocación es acabar totalmente vacía (¡hay estudios que lo corroboran: comemos el doble de patatas fritas si las tomamos de la bolsa que si las ponemos en un bol!). Ahora, dedico los fines de semana a comprar productos a granel –lentejas, garbanzos, judías, nueces, almendras, chorizo de pueblo– en el pueblo de Zamora en el que paso los fines de semana. Llevo ya una semana de cura de legumbres (con sus verduritas y su chorizo)... y noto que la ropa me queda más holgada.
Los estadounidenses dicen que una de las razones por las que la dieta mediterránea es tan saludable es porque contiene menos azúcares y grasas saturadas que la de ellos. Yo tengo otra teoría: los americanos tienen el récord de gordos del mundo porque apenas nada de lo que comen viene sin empaquetar. Por eso, propongo un nuevo plan adelgazante: la dieta “desenvuelta” (sin envoltorio). La idea es llenar los frigoríficos de productos tal como se dan en la naturaleza –verduras, frutas, pescados, carnes, frutos secos– y comer como nuestros abuelos: sin pensar en las calorías, sin estrés, disfrutando de cada bocado. Todo el mundo habla ahora de volver a la naturaleza. ¿Y alguien ha visto alguna vez un besugo o una manzana con una etiqueta que indique las calorías?

(Un estudio publicado el pasado 2 de noviembre en el British Journal of Psychatry revela que las personas que siguen una dieta rica en alimentos procesados tienen un 58% más de riesgo de desarrollar depresión en los 5 años siguientes que las que siguen una dieta rica en alimentos frescos. El estudio tuvo en cuenta las diferencias de edad, género, educación, actividad física, y el hecho de padecer enfermedades crónicas y tabaquismo).

Calzones Inteligentes

Salvador G. Serrano

La idea de las prendas interiores “inteligentes” con fines biomédicos vuelve a la palestra. Ya hace unos cuantos años Procter & Gamble anunció haber hecho sus pinitos en este campo. La compañía había creado un tejido con el que fabricar bragas que se volvía de color morado cuando a la mujer le faltaban pocas horas para la menstruación.
 
La misma empresa mencionó haber desarrollado otro tejido capaz de advertir a la usuaria de que se encontraba en período de ovulación. Al mismo tiempo, tenían trabajando a sus mentes pensantes en prendas textiles que pudieran detectar embarazos o infecciones por distintos microbios, desde Escherichia coli a Chlamyidia.
 
Más tarde, otra famosa compañía, Philips, apostó por la electrónica en lugar de la química y anunció bragas y calzoncillos dotados de goma elástica con biosensores. Podrían ser útiles para medir la velocidad de la onda de pulso, parámetro que algunos estudios habían relacionado con la presión arterial. La noticia sobre la patente del invento se publicó en New Scientist, donde se citaba que un par de sensores bastaban para calcular lo que tarda la onda de pulso que pasa por las arterias femorales y la aorta en viajar de uno electrodo a otro. Bien calibrados, podrían proporcionar lecturas precisas y constantes de la presión arterial ¿Una alternativa al holter? ¿Hipertensión de “braga blanca” en lugar de “bata blanca”?
 
La noticia llega ahora desde la Universidad de California, San Diego, y la idea de base tiene mucho que ver con la ropa interior de Philips. El equipo del profesor de nanoingeniería Joseph Wang ha logrado crear biosensores duraderos que pueden imprimirse directamente en el tejido. Suponemos que así es más difícil de que se pierdan cuando la lavadora centrifuga. Tal como explican en su artículo, publicado en Analyst (2010;135:1230-1234), la técnica es parecida al estampado serigráfico, con la diferencia de que la tinta contiene electrodos de carbono, los cuales podrían emplearse para monitorizar la presión arterial o la frecuencia cardíaca. Además, añaden que el contacto y la exposición directa de la banda elástica de los calzoncillos y bragas sobre la piel permite monitorizar el peróxido de hidrógeno y la enzima NADH, sustancias asociadas a numerosos procesos biomédicos.
 
La investigación ha sido financiada por el ejército de Estados Unidos. No sabemos aún si a estas horas habrá en Afganistán soldados dotados de “gayumbos inteligentes”, aunque seguramente los militares norteamericanos serán los primeros en probarlos. No les protegerán del fuego enemigo, pero según Wang, la idea implica “la monitorización de las lesiones de los soldados durante la cirugía en el campo de batalla, y su objetivo es desarrollar sensores mínimamente invasivos que puedan localizar e identificar el tipo de herida”.
 
Sus utilidades, evidentemente, van mucho más allá de las contiendas bélicas. Según el equipo que ha desarrollado los sensores, pueden proporcionar información útil a deportistas y atletas o monitorizar a ancianos en sus hogares “controlando una amplia variedad de marcadores biomédicos, por ejemplo cardíacos, alertando sobre un posible accidente cerebrovascular”, señala el Prof. Wang. También dicen que pueden servir para medir los niveles de alcohol en sangre. Tal vez, pero cuesta imaginarse a la Guardia Civil de Tráfico tomando lecturas en los calzoncillos de los conductores en lugar de hacerles soplar.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Legalizar las drogas

Por Ramón Sánchez Ocaña


Legalizar la coca nos ahorraría mucha violencia, declaró no hace mucho Sergio Fajardo, candidato a la presidencia de Colombia y ex alcalde de Medellín. No es una opinión aislada y hay muchas voces que, en aras de eliminar delincuencia, abogan por liberalizar la cuestión. Sin embargo, parece que se banaliza y se frivoliza en exceso. Suele argumentarse que la tradicional represión no obtiene resultado alguno, como es evidente. Pero, ¿hay represión real? ¿Cómo es posible que miles de jóvenes sepan donde adquirir estas sustancias y lo ignoren las autoridades? 

Hay sectores que, con gran honradez intelectual, afirman no tener criterios claros sobre la cuestión. Y de la misma manera, hay otros que intentan equiparar la postura liberacionista con la progresía. O, dicho de otra forma: que todo aquel que no piense en la legalización como solución tiene una inconfundible idea conservadora. Sinceramente, creo que ni lo uno ni lo otro. Hay muchas razones para oponerse a la legalización. Y la primera se desprende de la forma en que hoy se droga el individuo. Todos los expertos dirán enseguida que se caracteriza no por el consumo de una determinada sustancia, sino por un grupo de ellas. Por la llamada politoxicomanía. No es cuestión ya de plantear qué sustancias se legalizan, si no de ir a la base del problema: ¿por qué un individuo necesita o quiere drogarse? Ese es el verdadero debate y no la sustancia que el drogadicto, como enfermo social, consume. El crecimiento de drogas de diseño implica que no se puede establecer un catálogo de prohibiciones. E insistir en los efectos de la droga no cambia por su situación legal. 

Normalmente, los partidarios de la legalización sostienen varias razones: 
-Se acabaría con la mafia y el gran negocio. Los beneficios podrían destinarse a la rehabilitación y a campañas informativas contra la droga. -Se mejoraría notablemente la seguridad ciudadana. 
-Al tener control, mejoraría su calidad y no habría adulteraciones. 
-Las políticas restrictivas y policiales no han dado resultado. 

Los expertos argumentan, por el contrario: 
-No es cierto que se acabe con las mafias. Se acabaría, sí, con el pequeño traficante. Los grandes capos del narcotráfico seguirían su inmenso negocio, vendiendo, si no a traficantes menores, sí a los enviados de cada país, porque parecería impensable organizar el cultivo. -No se eliminaría el tráfico tampoco, porque habría que prohibirlo a los menores de edad, con lo que se abriría un nuevo mercado negro, favorecido, además, por quienes obtienen la droga legalmente. Seguirían vendiendo pero a clientes cada vez de menor edad. 
-La seguridad ciudadana mejoraría, sin duda. Pero el problema grave de la droga no está en los delitos que se cometen para conseguirla, sino en la ruina física en que se sumen sus adictos. Mejoraría la seguridad ciudadana a costa de crear generaciones enteras de drogodependientes (la comparación con la ley seca no es válida. Durante ésta hubo un descenso notable de muertes por cirrosis en EE.UU.). 
-La mejor calidad de la droga se podría conseguir, es verdad; pero ello no impediría que el heroinómano, por ejemplo, no llegara a cumplir los treinta años. Porque se muere por el deterioro físico de la droga, no por el accidente de la sobredosis o la adulteración nociva. 

El problema añadido es que de la droga se habla siempre con pasión. 
Y con más pasión según lo cerca que se esté de ella. Pero insisto: es sano que una sociedad plantee públicamente estos problemas. Si se trata de planteamientos honestos, siempre surgirán ideas de interés.

Neurociencia Siglo XXI - Ramón y Cajal

Por: Luis Miguel García Segura
Instituto Cajal, CSIC, Madrid

La teoría neuronal de Cajal supuso la mayor revolución en el campo de la neurociencia de todos los tiempos. Esta teoría sigue siendo el marco conceptual utilizado para interpretar el funcionamiento del sistema nervioso y estamos tan acostumbrados a ella que nos es sumamente difícil imaginar otra alternativa. Sin embargo, llegar a su formulación no fue una tarea fácil, ni tampoco lo fueron las numerosas observaciones que Cajal realizó para sustentarla. Aquí se presentan pinceladas sobre algunas de estas observaciones que aún se sitúan en las fronteras del conocimiento.

La organización funcional del sistema nervioso

Una de las aportaciones fundamentales de Cajal a la neurociencia fue el descubrimiento de las sinapsis. El bello lenguaje poético de Cajal al hablar de las conexiones entre las neuronas no tuvo el éxito del término sinapsis acuñado por Sherrington. Pero fue Cajal quien descubrió la estructura e interpretó, correctamente, su función. Las sinapsis ejercen un papel fundamental en la teoría neuronal. Cajal describió la organización topográfica básica de circuitos neuronales completos y esta descripción anatómica iba siempre acompañada de una interpretación. Recordemos las famosas flechas cajalinas que acompañan a sus dibujos de circuitos y nos guían por el camino que sigue el impulso nervioso. Con sus leyes de la polarización dinámica de las neuronas, Cajal realizó la primera interpretación predictiva sobre el funcionamiento del sistema nervioso, interpretación que no ha hecho más que confirmar posteriormente la electrofisiología. Cajal describió la existencia de colaterales axónicas, introduciendo los conceptos de convergencia y divergencia y la existencia de estructuras de integración, como los glomérulos del cerebelo y del bulbo olfativo. Interpretó las relaciones locales entre las neuronas integradas en núcleos y en estructuras corticales, considerándolos como asambleas neuronales dinámicas, siendo así precursor del reciente concepto de estructura modular en la organización del sistema nervioso. Es interesante notar que Cajal no consideraba los circuitos neuronales como lineales. Por el contrario, mantenía que existía una influencia entre cadenas neuronales separadas espacialmente, concepto que comienza a ser ahora explorado por la electrofisiología.

El cerebro es maleable

Un tema de indiscutible actualidad es el de la plasticidad sináptica. A Cajal se le cita unas veces para decir que creía en la plasticidad del sistema nervioso y en otras ocasiones para mantener que opinaba todo lo contrario. Probablemente la razón de esta aparente discrepancia estriba en que Cajal mantenía que hay circuitos que por razones evolutivas debían mantenerse inamovibles y otros circuitos que por su función específica serían muy plásticos. Así que, dependiendo de la publicación de Cajal que se lea, se pueden obtener visiones diferentes sobre sus opiniones. Ejemplos de circuitos inamovibles serían los que sustentan los reflejos de la médula espinal. Por el contrario, los circuitos corticales encargados de las funciones cognitivas serían altamente maleables. Así, en la Croonian Lecture de 1894, Cajal postulaba que en las zonas del cerebro más utilizadas se produciría un aumento en la complejidad de las arborizaciones dendríticas y axonales que sería compensada por una disminución paralela en zonas menos utilizadas. Hoy sabemos que efectivamente esto es lo que ocurre, ya que los campos receptores de las neuronas se expanden o se retraen, dependiendo de su uso. Para que no quepa duda de que Cajal creía en la plasticidad sináptica, citemos sus palabras publicadas en la Revista de Ciencias Médicas en 1894: “...la corteza cerebral semeja un jardín poblado de innumerables árboles, las células piramidales, que gracias a un cultivo inteligente pueden multiplicar sus ramas, hundir más lejos sus raíces y producir flores y frutos cada día más exquisitos”. Probablemente nadie ha definido con un lenguaje tan evocador la plasticidad del sistema nervioso. Hoy en día el concepto de plasticidad sináptica está firmemente establecido y una de las estructuras que está siendo más utilizada para estudiar este fenómeno son las espinas dendríticas, descritas por vez primera por Cajal en 1888.

La generación del cerebro

Con sus estudios sobre el sistema nervioso en desarrollo, Cajal sentó las bases de lo que hoy es un activo y potente campo de estudio. El proceso de neurogénesis, la proliferación en la zona subependimaria, la migración de neuroblastos y glioblastos, el proceso de diferenciación neuronal y glial fueron ya descritos por Cajal. La neurobiología del desarrollo moderna parte, pues, de su obra. Un hito esencial fue el descubrimiento del cono de crecimiento axonal, descrito por Cajal en 1890. El cono de crecimiento ha ido recibiendo una atención creciente en los últimos años, en la medida en la que ha ido progresando el conocimiento del citoesqueleto neuronal, los factores neurotróficos y las moléculas de señalización y adhesión. El cono de crecimiento es la estructura que debe decidir el camino para dirigir el crecimiento de las neuritas y la formación de conexiones apropiadas entre las neuronas. En 1892, en un artículo publicado en la revista La Cellule, Cajal propuso la teoría neurotrófica, según la cual los conos de crecimiento se orientan hacia sus dianas atraídos por sustancias específicas. Cajal no tenía aún elaborado el concepto preciso de lo que hoy conocemos como neurotrofina, que tardaría algunos años en desarrollar en su forma más perfeccionada. En 1892 Cajal hablaba –no olvidemos aquí su formación microbiológica– de factores quimiotáxicos que atraían o repelían. Así, él consideraba que la migración neuronal y el crecimiento axonal estaban regulados por una quimiotaxis positiva y negativa. El factor trófico positivo era un factor atrayente, según el concepto microbiológico. Pero en sus estudios sobre la degeneración y regeneración del sistema nervioso de 1913- 1914, Cajal ya considera a los factores tróficos como fermentos o agentes catalíticos para los que las neuronas tienen receptores y que estimulan el crecimiento y ramificación del protoplasma nervioso. Este revolucionario concepto fue el resultado de la observación de que los trasplantes de células de Schwann, en cerebros lesionados, promovían la regeneración axonal. Para aquel entonces es obvio que Cajal ya había elaborado, a partir de la idea de la quimiotaxis, un concepto totalmente original: el de lo que hoy conocemos como factor trófico. Es decir, que Cajal dio el gran salto intelectual para completar el mecanismo de atracción, heredado de la microbiología, por una nueva idea fascinante e innovadora: la estimulación del crecimiento. Este mecanismo, que hoy resulta tan familiar y aparentemente elemental para explicar cómo actúan los factores tróficos, fue uno de los mayores logros intelectuales de la historia de la neurociencia. Hoy sabemos que tanto la atracción-repulsión como la estimulación del crecimiento ejercen un papel esencial en el sistema nervioso y aún se están identificando moléculas con estas propiedades. En todo caso, hay que hacer notar que Cajal, en 1914, tenía ya elaborado el concepto de neurotrofina y de receptores para neurotrofinas, mucho antes de su identificación molecular.

Degeneración y regeneración el sistema nervioso

Los estudios de Cajal y Tello sobre la degeneración y regeneración cerebral sentaron las bases para comprender los fenómenos neurodegenerativos. Es una experiencia recomendable leer ahora estos estudios para darse cuenta de lo sorprendentemente actuales que resultan. Cajal ya observó que la regeneración axonal no ocurría de una forma natural en el sistema nervioso central, a diferencia de lo que sucede en el sistema nervioso periférico. Propuso que las células de Schwann, presentes en el sistema nervioso periférico pero no en el central, estaban relacionadas con esta diferencia y fue el precursor del uso terapéutico de trasplantes de estas células para promover la regeneración axonal central. Este tipo de estudios, abandonados durante muchos años, han vuelto a resurgir con una gran fuerza en tiempos recientes.

La glía

Nuestro conocimiento actual sobre los tipos de glía que existen en el sistema nervioso debe mucho a Cajal y a sus directos colaboradores, que partieron de una falta prácticamente absoluta de conocimientos previos sobre estas células. Distinguir los oligodendrocitos de la microglía o relacionar a los oligodendrocitos con la mielina fue una tarea muy difícil que supuso mucho trabajo, mucha reflexión y también muchas controversias incluso dentro del mismo laboratorio de Cajal. El interés de Cajal por la glía comenzó muy pronto y se mantuvo durante toda su vida científica. Pero quizás fue en los últimos años en los que su laboratorio dedicó un mayor esfuerzo al estudio de estas células. A Cajal y su escuela debemos las primeras descripciones detalladas de la astroglía y las primeras hipótesis sobre su función. También, el descubrimiento de la glía reactiva y la correcta identificación de la microglía y los oligodendrocitos.

Neurobiología celular

Las aportaciones de Cajal a la biología celular han quedado ensombrecidas por sus otros estudios, pero no por eso son menos relevantes y actuales. Pensemos por ejemplo que Cajal ya observó que el citoesqueleto neuronal sufría modificaciones dependiendo del estado funcional de la célula. Pensaba que era una estructura inestable y dinámica que sufría alteraciones funcionales rápidas. De nuevo Cajal se adelantaba en muchos años a los modernos descubrimientos de la biología celular y a la identificación de los componentes moleculares del citoesqueleto. Además Cajal observó que el citoesqueleto se modificaba en condiciones patológicas, tema que es hoy el objeto de importantes investigaciones. Otros importantes estudios de biología celular de Cajal son los relacionados con el núcleo, puesto que son uno de los mejores ejemplos de la actualidad de su obra. Las descripciones muy detalladas del núcleo celular neuronal realizadas por Cajal incluyen toda una serie de estructuras cuyo significado permanecía oculto hasta que en los últimos años han ido siendo redescubiertas. Según se ha ido identificando la localización de nuevos componentes moleculares en el núcleo celular, con modernas técnicas de hibridación in situ o microscopia confocal, las estructuras nucleares cajalianas han ido reapareciendo. Tal es el caso de unas estructuras que en 1903 Cajal describió con el nombre de cuerpos accesorios del nucléolo. Estas estructuras, redescubiertas en 1969 con el microscopio electrónico, han resultado ser centros clave para el procesamiento del ARN y hoy son conocidas como cuerpos de Cajal.

¿Superar a Cajal?

No cabe ninguna duda de que la obra científica de Cajal sigue plenamente viva y de que su figura es la más importante en toda la historia de la neurociencia. Como se ha mencionado al principio, el paradigma científico establecido por Cajal sigue siendo el marco conceptual que se utiliza hoy para abordar todos los estudios del sistema nervioso. Hasta ahora ha servido para interpretar la estructura y el funcionamiento del cerebro y tanto la neuropatología como la neurología se basan en él. Pero aún quedan muchas fronteras por cruzar en el estudio del cerebro. Una de ellas es la interpretación de los fenómenos mentales. Sin duda la neurobiología cognitiva tiene aún mucho camino por recorrer y es muy probable que sufra un gran desarrollo en las próximas décadas. ¿Seguirá siendo válido el paradigma cajaliano para explorar las relaciones entre mente y cerebro?

miércoles, 25 de agosto de 2010

La Cuenta Ecológica del Planeta está en Números Rojos

EFE | Madrid

Si toda la población mundial tuviera el nivel de vida de un español medio, serían necesarios tres planetas como la Tierra para conseguir un equilibrio sostenible entre consumo y regeneración ecológica.

En el caso de que el nivel de vida a alcanzar fuera el de un ciudadano estadounidense, el número de planetas necesarios sería de cinco, mientras que la producción de la Tierra podría reducirse a la mitad si la población global viviera como un ciudadano indio.

Estos son los datos que ha aportado la organización británica independiente New Economics Foundation, reflejan la capacidad del planeta para sustentar la vida que en él se desarrolla y ponen de manifiesto que la Tierra tiene un límite ecológico al año para generar productos y absorber contaminación.

Superado este límite se consume mediante la sobreexplotación de los recursos, señala a Efeverde el director de economía ambiental de New Economics Foundation, Aniol Esteban. En declaraciones a Efe, Esteban explica que un español genera en los siete primeros días del año tantas emisiones de CO2 como un ciudadano de Tanzania en los doce meses siguientes.

Por otro lado, según Esteban, este consumo es la base de la paradoja de que se generen beneficios económicos del consumo insostenible. Un ejemplo está siendo, explica el director, el Golfo de México, considerado el mayor vertido de petróleo de la historia de Estados Unidos, que, sin embargo, genera beneficios económicos a una parte de la población a través del pago de los servicios de limpieza.

El impacto ecológico global
La organización medioambiental estadounidense Global Footprint Network analiza la situación global para determinar la huella ecológica que la humanidad deja cada año, y aporta las cifras que determinan dónde están los límites de la naturaleza.

Las cantidades consumidas de pescado, carne, cereales y vegetales se transforman en superficie de terreno que es necesario para generarlas y se contabiliza, entre otros, el consumo energético y las emisiones de CO2 para obtener el área de producción que corresponde a cada ciudadano del mundo.

Los últimos datos de Global Footprint Network señalan que corresponden casi dos hectáreas por persona, pero sólo en España cada ciudadano consume la producción de unas seis hectáreas de terreno aproximadamente.

Según explica Esteban, la humanidad ha vivido durante siglos en equilibrio hasta que, hace aproximadamente tres décadas, empezamos a consumir y a vivir a crédito, llevando nuestro saldo a un punto cada vez más extremo. La organización alerta: la cuenta ecológica del planeta ha entrado en números rojos.

jueves, 19 de agosto de 2010

Cruzada Antivacunas

Sobre la razón y la sinrazón del riesgo de autismo tras la vacunación


Gonzalo Casino

Pauloffit.com, la web que lleva el nombre del codescubridor de la vacuna del rotavirus que causa la diarrea infantil, no está hecha precisamente por su club de fans. En ella se acusa al inventor de una vacuna que salva cada año a cientos de miles de niños de estar vendido a la industria farmacéutica. Paul Offit es el blanco preferido de los ataques de los nuevos cruzados de la antivacunación, sobre todo tras publicar su libro Autism’s False Prophets, en el que desautoriza al movimiento que cuestiona la inmunización de los niños por un supuesto riesgo de autismo de ciertas vacunas. Esta cruzada es especialmente virulenta en EE UU, pero se expande como un virus por la red, dibujando un escenario en el que se mezclan los datos objetivos con la ignorancia científica y el inquebrantable deseo cualquier padre de buscar lo mejor para sus hijos.
La sospecha de que las vacunas, concretamente la triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) o MMR, pueden favorecer la aparición del autismo en niños fue lanzada por la revista The Lancet en febrero de 1998. El artículo firmado por Andrew Wakefield y otra docena de autores describía 12 casos de niños que desarrollaron una extraña enfermedad intestinal y un trastorno del desarrollo (en nueve niños fue diagnosticado como autismo). En ocho casos, los padres asociaron la aparición de este trastorno con la inmunización de sus hijos con la triple vírica. Aunque el artículo y el editorial adjunto de la revista no establecían una relación causa-efecto entre la vacuna y el autismo, cuando la noticia saltó a los medios de comunicación la frontera entre la simple asociación casual y la relación causal, como ocurre tantas veces, se difuminó. A muchos padres de niños autistas les cuesta creer que se trata de una casualidad. Pero cada año cientos de miles de niños reciben la triple vírica y, con o sin vacuna, también muchos niños empiezan a desarrollar autismo: por ello, lo más probable es que en algunos niños coincidan ambas circunstancias.
¿Por qué publicó The Lancet el artículo de Wakefield aun sabiendo que la posibilidad de que haya una asociación causal es remota? Muchos creen que el impacto que la noticia podía tener y realmente tuvo en los medios de comunicación influyó demasiado en la publicación. Con el tiempo se ha sabido que Wakefield ocultó un conflicto de intereses (recibió dinero de un grupo de padres para ver si existía alguna base científica para emprender una acción legal) y 10 de los 13 autores del artículo se retractaron de la interpretación de que pudiera haber alguna relación entre la vacunación y el autismo, según ha contado el ex director del BMJ Richard Smith. Pero la cruzada antivacunación sigue adelante, inmune a las evidencias científicas y espoleada por algunas pifias de las farmacéuticas y los expertos. La consecuencia es que en EE UU las tasas de niños no vacunados empiezan a ser alarmantes. Y algunos prevén que la situación no cambiará hasta que muera un número suficiente de niños por infecciones infantiles fácilmente prevenibles por vacunas.

martes, 17 de agosto de 2010

Pandemia

Domingo, 8 de agosto de 2010
CULTURA › ENTREVISTA A MONICA MÜLLER, AUTORA DEL REVELADOR PANDEMIA

“El sistema médico está falseado”

Humanos, virus y laboratorios se cruzan en un libro que debería estar en todas las bibliotecas: a partir de la gripe aviaria y el N1H1, la médica analiza las causas de la automedicación, el rol de los profesionales y la influencia de las empresas.

 Por Silvina Friera

Un thriller médico de lectura apasionante. Un libro que hay que leer para saber que no se puede tomar amoxicilina ante cualquier dolor; que no hay que pedirle –nunca más– al farmacéutico del barrio “déme un antibiótico fuerte” o “déme el mejor, aunque sea más caro”, como si estuviera comprando “un buen par de botas de trekking”. Suena a chiste, pero es en serio. Más de un lector seguramente habrá repetido la misma frase o alguna de sus variantes imperativas. O peor aún. Sin necesidad de articular palabra alguna enfila derechito hacia la góndola de la farmacia, como si estuviera en el supermercado, y elige al azar la droga “más poderosa”. “No saben que no existe un antibiótico mejor ni uno fuerte, sino uno específico para cada caso”, escribe Mónica Müller en Pandemia. Los secretos de una relación peligrosa: humanos, virus y laboratorios (Sudamericana), un libro que debería estar en todas las bibliotecas del país. “Sin saberlo, están favoreciendo la creación de una cepa bacteriana superresistente a todos los antibióticos conocidos, lo que pone en peligro su propia inmunidad y, por un efecto de ruleta rusa darwiniana, la de todo el género humano. Pero esos pacientes no son responsables: creen lo que su médico les dice y en lo que la publicidad les muestra como un valor confiable”, agrega la doctora y escritora.
Pandemia toma como disparador el suceso mundial más relevante del año pasado: la temible irrupción del virus A (N1H1). Aunque esa primera ola que causó tanto estupor y pánico en médicos y ciudadanos de a pie se extinguió “con el ritmo suave de una marea en la orilla”, más que celebrar habría que decir que muerto el perro no se acabó la rabia. Y ni siquiera está muerto el “perro” porque “no se conoce ningún medicamento capaz de matar a un virus”, afirma la autora, que se encargó de realizar una conexión de “parentesco” que faltaba. Que se había perdido en el desván de los recuerdos ajados. La famosa y letal Gripe Española de 1918 fue provocada por un virus precursor del virus A. Hace más de 90 años, entre 30 y 100 millones de personas murieron en menos de ocho meses, un número que es más fácil relacionar con un ataque nuclear que con una gripe. “Los pacientes que el doctor Oliver Sacks trató en el Hospital Monte Carmel en 1969 –y fueron objeto de la película Despertares– eran en su gran mayoría personas que habían tenido la gripe en 1918 siendo jóvenes, y seguían encerradas en la semiinconciencia de la encefalitis letárgica”, recuerda Müller. También repasa cómo lo reprimido de esa tragedia salió a la superficie en la literatura y en el arte en Memorias de una joven católica, de la norteamericana Mary McCarthy –enferma y sobreviviente de la gripe del ’18–; El ángel desnudo, de Thomas Wolfe, donde relata la agonía y la muerte de su hermano; y los autorretratos del pintor noruego Edward Munch.
Médica especializada en Homeopatía de mirada penetrante y tono balsámico, Müller recibe a Página/12 en su consultorio y dice que “los virus son fantásticos”. Se nota que siente pasión por “esos enemigos invisibles” que no nacen, no se alimentan y no se reproducen; sólo necesitan la energía de otros seres para existir. “Hace mucho que estaba investigando el tema”, cuenta. “Siempre me interesaron los virus porque son algo rarísimo. No hay conciencia de que son distintos a todos los seres biológicos; de hecho no son seres biológicos, no son seres vivos. La definición de virus es maquinaria programada para la supervivencia. Me impresiona mucho el tipo de reacciones que hay en las sociedades ante las epidemias: reacciones primitivas, infantiles, crueles. Leí muchos libros sobre epidemias y la constante es siempre la misma: buscar culpables y atribuirlo a una fuerza externa. Lo cual es muy primitivo, como esas civilizaciones que cuando alguien se moría decían que era un castigo de los dioses.”
El embrión de la curiosidad de Müller surgió con la gripe aviaria. “Viene aparentemente en un pájaro sano; es realmente una película clase B. Lo fascinante es que convivimos con eso alegremente, inocentemente”, subraya. “Había mucha alarma por la posibilidad de que mutara el virus. Y ahí conocí la gripe de 1918. En Estados Unidos empezó a haber mucho material hace unos diez años, pero acá nadie sabía nada. La sociedad norteamericana y europea están todavía impregnadas de esa tragedia. Pero antes no se hablaba, no se decía nada. Ahora que uno lo sabe, todo el tiempo en la literatura, en el cine, aparecen referencias a muertos durante la gripe del ‘18. Ese virus era aparentemente igual al que los científicos creían que estaría por reaparecer. Y cuando finalmente apareció la gripe A, uní toda la información, escribí dos notas en Página/12 y ahí empecé a recibir mails y llamados.” Uno de esos llamados fue el de Pablo Avelluto, director editorial de Sudamericana que, sin anestesia, le preguntó: “¿Te animás a escribir un libro?”. La respuesta no tardó en llegar: “Nada me gustaría más”, le contestó Müller.
–Parece que vivimos en sociedades muy avanzadas que presumen que las epidemias son cosas de otros siglos, de la Edad Media si se quiere. Como si la modernidad implicara la eliminación de los virus, ¿no?
–Tal cual, ésa es la idea. Hay una enorme incredulidad y cuando empieza a aparecer un virus, como ocurrió el año pasado con la gripe A –muchos médicos me contaban que se morían personas jóvenes, de 30 años–, se multiplica el temor y la reacción siguiente es culpabilizar. Incredulidad, pánico y buscar enseguida un culpable: el gobierno no hizo nada para evitarlo, o los laboratorios lo crearon. Buscar culpables es más tranquilizante. Lo que sorprende no es sólo el prejuicio de la gente –que no tiene por qué saber cómo se crean los virus–, sino de los médicos que siguen diciendo que la gripe A fue creada en un laboratorio. Yo sigo recibiendo ese tipo de mails cuando se sabe que no fue creado en un laboratorio. Los virólogos saben cómo surgió. Ayer recibí de nuevo un mail con un asunto muy importante sobre el “invento” de la gripe A de la doctora Rauni Kilde, personaje que incluí en el libro y que es la falsa ministra de Salud de Finlandia. Hay una actitud prejuiciosa que es muy tranquilizante.
–Usted alerta sobre el peligro de la automedicación. ¿Por qué cree que comprar antibióticos se asemeja a comprar un caramelo en un kiosco?
–En Argentina los antibióticos son de venta libre; el mensaje es que son completamente inocuos. En Estados Unidos no podés comprar un antibiótico sin receta jamás; en los países donde se compran sin receta la gente se automedica y es peligrosísimo para la persona y para la humanidad. Las bacterias también –como los virus– están programadas para mutar y adaptarse. Y el día que aparezca una bacteria que aguante cualquier antibiótico sonamos todos... los médicos sabemos eso, lo estudiamos, pero los mismos médicos recetan antibióticos porque sí. A cada rato me encuentro con gente que dice que por un dolor de garganta un médico le recetó un antibiótico. Es verdad que en algunos casos hay que tomar antibióticos, para una angina. Pero son pocos; hay un test que en 45 minutos te dice si hay que tomar un antibiótico o no. Y no se hace. Hay médicos muy respetuosos, pero otros tratan al paciente muy mal. Una vez que al paciente le recetaron un antibiótico, cada vez que tiene fiebre, dolor de garganta o de oídos toma antibióticos.
–Su libro a la vez que elogia el desempeño de muchos médicos, que hacen esfuerzos sobrehumanos ante problemas estructurales del sistema de salud, también es muy crítico. ¿Cómo fue recibido Pandemia entre sus colegas?
–Me sorprende mucho el silencio. Para el libro entrevisté a muchos médicos muy confiables como el doctor Jorge San Juan y la doctora Lucrecia Raffo, directora del Posadas, que han trabajado maravillosamente bien. Después les mandé el libro. Ninguno me contestó nada. Ni una sílaba, aunque tenemos una relación muy buena y ellos saben cómo pienso yo. Colegas míos, gente joven y jefes de servicios de hospitales del conurbano se los dieron a los residentes. Y hay mucho entusiasmo porque dicen que lo tienen que leer todos los médicos que se están formando. Pero supongo que a muchos les debe molestar este libro porque me parece que hay una cuestión corporativa: ¡Cómo voy a criticar a los médicos! El problema no es la automedicación; el problema somos los médicos, aunque no seamos el único problema. Los médicos somos los que le enseñamos a la gente cómo tratarse. Creo que se niega que los médicos tengamos la culpa. Pero sí, tenemos la culpa. Los médicos somos los responsables, recibimos el mensaje de los laboratorios que es brutal. Es un lavado de cerebro que te hacen antes de recibirte.
Müller trabajó durante 35 años en una agencia de publicidad y se especializó –por casualidad– en laboratorios y productos farmacéuticos. A la medicina llegó de grande; arrancó con la carrera a los treinta y pico. “Con mucha ingenuidad –confiesa risueña– me acuerdo del lanzamiento del diclofenac. Qué bueno, me dije, cura todo. Pero cuando empecé a estudiar medicina me di cuenta de que no era así.” Cuando estaba a punto de recibirse de médica, fue al lanzamiento de un medicamento en el Paseo La Plaza. “Estaba feliz porque por fin salía del mundo de la publicidad para entrar, definitivamente, al de la medicina. Hice la cola en un stand y cuando llegué me entregaron una planilla. Era un concurso para un viaje a Cancún con todo pago, si recetaba doce recetas de esa droga que se estaba lanzando. ¿Pero cómo? ¿Si yo me beneficio en algo recetando no puedo ser objetiva? Me quedé helada. Es muy terrible el tema de los laboratorios. Está muy criticado ahora en Estados Unidos; hay un gran escándalo por el tema de premiar a los médicos si recetan. No podés obtener ningún tipo de beneficio económico o premio por recetar. Debería ser un delito”, advierte.
–¿Cómo se podría resolver la incidencia que tienen los laboratorios?
–El tema es muy complejo. Un factor importante es que los médicos son explotados; hay compañeros míos que tienen seis trabajos y están corriendo de un lugar a otro y tratan de ganar un mango donde puedan. Esa es la tristísima realidad: el envilecimiento del trabajo médico. Los laboratorios han tomado el papel de formadores de los médicos. Y aun más. No hay investigación si no hay laboratorios, que tienen intereses creados. Acá y en todo el mundo el sistema médico está totalmente falseado. No sé la solución, pero me parece que los gobiernos, los Estados, deberían ponerles coto a los laboratorios. Por lo pronto deberían prohibir que haya publicidades de medicamentos. No puede haber publicidad de aspirinas; en Alemania las venden con un prospecto plegado con las contraindicaciones. Las aspirinas favorecen las hemorragias gástricas; mi marido estuvo a punto de morir por una aspirina. Y sin embargo, se venden aspirinas alegremente. He mandado cartas a todos lados –que nunca han publicado– en las que cuestionaba que se permitiera un comercial de televisión en el que se dice: estoy cansado, me tomo dos aspirinas. Es brutal; dos aspirinas no hacen el doble efecto que una, pero duplican el riesgo de hemorragia. Los Estados permiten esto. ¿Por qué el Ministerio de Salud no dice que es una aberración que los antibióticos sean de venta libre y que haya publicidades de medicamentos? Se debería empezar por ahí. Le daría más respetabilidad a la figura del médico, que no sería vendedor de baratijas como lo es actualmente, y se podría frenar a los laboratorios.


La prohibición de enfermarse


Cuando era chica, un día Mónica Müller voló literalmente de fiebre. Dicen que tuvo 42 grados. Estaba en el medio del campo. “Me envolvieron en sábanas mojadas y recuerdo que mi mamá me desenrollaba como una momia y salía la sábana seca. La fiebre no es una enfermedad; la fiebre te cura. Pero ahora la gente cree que no se puede tener fiebre. Que no se puede estar mal”, dice esta doctora y escritora, que ha publicado la novela El gato en la sartén (1971) y los cuentos de Secuelas (2008).
–¿Por qué se ha consolidado esta cultura que busca evitar o negar el dolor?
–Pienso que es para que la gente produzca. Antes te enfermabas y faltabas una semana al trabajo, pero ahora no se puede faltar. Se generalizó esto de que hay que producir. Y si estás enfermo te tragás los medicamentos para no tener síntomas y vas a trabajar igual. Y si estás triste tampoco podés producir, tenés que estar contento. Todo el mundo tiene que estar contento y sano para producir. En el libro cuento lo que viví en Estados Unidos. Fui dos meses después de los atentados de 2001 y había olor a caballo muerto en toda la ciudad. Pero amigos míos decían que no había olor. Todavía había más de 2000 cadáveres enterrados en las ruinas y pasaban los carros hidrantes y tiraban unos líquidos. “Por las ratas”, decían. Justo en ese momento habló George Bush a todo el país y dijo: “Hay que salir y consumir porque tenemos que poner de nuevo al país en pie”. ¿Cómo consumir? ¡La forma de salir de la muerte y del horror era comprar! Y la gente salía a comprar como una demostración del “no nos van a vencer, vamos a seguir consumiendo”. Hay que ser una sociedad alegre, fuerte, poderosa, consumista y productiva.
–¿Cómo maneja un médico ese límite tan lábil entre la precaución y el miedo?
–Yo lo que hago es informar. Una vez que el paciente sabe, se tranquiliza. Lo que da mucho miedo es no saber.





Lic. Aníbal P. Scharovsky
Director del Programa de Actualización en 
Evaluación y Tratamiento del Dolor de la UBA
Miembro del IASP Education Initiatives Working Group

martes, 10 de agosto de 2010

Paludismo

Emilio La Rosa

En Africa hay mas de 30 millones de infectados de SIDA. Además, mueren tres millones de niños por enfermedades infectocontagiosas, cerca de tres millones de adultos debido a la TBC o el Paludismo. Sin embargo, solo 10% de la población infectada de SIDA tiene acceso a los medicamentos, y en cuanto al paludismo, no existe actualmente ningún estudio de un nuevo medicamento mas eficaz para el paludismo debido a que el mercado de esta enfermedad es insolvente. Podemos seguir enumerando estas hecatombes, que ya no es noticia, como puede ser un accidente de avión en donde mueren 300 personas. Si tenemos solamente en cuenta las muertes por TBC y paludismo es como si se cayeran diariamente 27 aviones.

EL HOMBRE COMO UN TODO

LA SALUD Y EL HOMBRE COMO UN TODO

Dr. Emilio La Rosa Rodríguez


Los conceptos nos permiten pensar; pero también nos lo impiden. Ellos fijan hitos que acaparan nuestra atención, recortando de esta forma un fragmento de la realidad, el cual se le deja abandonado en una zona oscura a pesar que puede contener múltiples riquezas. Este método restringe la realidad y la riqueza de análisis, tratando de convencernos de que el recorte de la realidad es el mundo. Al final, terminamos moviéndonos dentro de esos límites como atrapados por nuestras propias redes. Así, lo conceptualizado puede ser muchas veces lo único pensado. 

La conceptualización de la salud ha dado origen a un paradigma tecnocrático, que divide al hombre en dos planos, uno físico y otro mental. Esta disociación dificulta mirarlo como un todo, de tal forma que cuando se desea la unidad del hombre, primero se le conceptualiza en planos separados. 
Además, este paradigma tecnocratico:
· Pone en tela de juicio el criterio de adaptación, limitando la reflexión sobre la influencia que tienen para la salud las diversas formas de vida y de cultura, y sobre la posible enfermedad del todo. 
· Considera la salud como algo individual, sin tener en cuenta a la familia y a la comunidad. 
· Piensa que la restauración de la salud es prácticamente un monopolio de instituciones técnicas, y que su veredicto pertenece a los profesionales competentes, cerrando así la idea de un abordaje social de los problemas y de sus condiciones. 
· Centra el progreso en el avance científico y técnico; y cierra de esta forma la comprensión del "ser humano enfermo", cuyos recursos mas vitales pueden ser movilizados justamente por la comunicación y la sensibilidad profunda hacia la situación limite que representa su enfermedad. 
· Su afán de medir y cuantificar, lo lleva a confundir el verdadero avance con el incremento en tecnología, servicios, camas, agentes físicos y químicos; y no repara en las relaciones de intercambio y comunicación entre los agentes de la salud y sus receptores. 
· Presenta las enfermedades como algo aislado que afecta a un pedazo del organismo; y no como efecto que altera una totalidad viviente. 
· Revindica y defiende la standardización de las enfermedades.
· Se interesa y ataca sobre todo a los síntomas y lo hace principalmente a través de medios químicos o mecánicos; priorizando la idea de una vida aliviada por remedios omnipresentes. 
· Nubla la visión y el pensamiento en relación a la crueldad y la humillación que pueden imponer los medios que utiliza, el impacto que éstos tienen sobre la persona y sus fuerzas vitales, así como del ambiente físico y social que lo rodea (la arquitectura de los hospitales, por ejemplo).
· Nos lleva a priorizar y focalizar la formación de los profesionales de la salud en los aspectos científicos y tecnológicos, dejando de lado muchas veces el estudio y la comprensión de los fenómenos psicológicos y sociales. De la misma manera, en su trabajo cotidiano, los profesionales de la salud podrán recibir apoyo técnico; pero no habrá para ellos comprensión o contención alguna; su enfrentamiento diario con la angustia, el dolor y la muerte deberán hacerlo solos, con el peligro de encontrar en el evitamiento, el bloqueo y en la negación la única salida, desde el momento en que este paradigma niega sencillamente la existencia de esos problemas.

Sin negar los éxitos de esta concepción de la salud y los progresos considerables de la medicina, este paradigma se ha visto afectado por la emergencia de nuevos conceptos que señalan que la salud depende no solamente de factores biológicos y psicológicos sino también de determinantes sociales, medioambientales, educativos y culturales. La aparición de nuevos fenómenos como la iatrogenia, la terapia intensiva y otros han debilitado también este paradigma.

La iatrogenia no es otra cosa que los efectos enfermantes de los recursos o medios concebidos originalmente para curar. Es decir el poder enfermante de los tratamientos médicos. Este concepto que permitió pensar y no pensar, ha impedido un largo debate sobre este fenómeno, dando como un hecho que algunos tratamientos pueden ocasionar efectos secundarios no deseables. Desde ya se habla de efectos secundarios, es decir menos importante. Esta manera de catalogarlo, obstaculiza pensar en su importancia, calidad y necesidad. Pero si miramos bien esos efectos podríamos preguntar si la iatrogenia ¿es el producto de una concepción atomista y disociadora del hombre? ¿no es debido al hecho de atacar síntomas, tratar enfermedades, órganos, individuos, pero no hombres inmersos en sus diferentes momentos vitales y en la comunidad? ¿si no sirve sobretodo para esconder o disminuir la angustia de los profesionales de la salud, que no deben contaminarse con compromisos existenciales que obnubilen su razonamiento y pongan en peligro su competencia?

La terapia intensiva, es un avance espectacular de la medicina pero paralelamente puede ser usado contra el hombre robándole el derecho a existir con dignidad, de no vegetar, y de morir con dignidad y lucidez.

Finalmente, la vida humana como un continum es una realidad escamoteada por el paradigma tecnocratico, que impide pensar el hombre como unidad en todas las etapas de su vida. 
En 1958, Spitz mostró en Inglaterra el fenómeno del hospitalismo que provocaba en los niños, internados y privados del afecto de sus madres, una especie de marasmo que terminaba en muerte, de no revertirse la situación afectiva, a pesar que tenían resueltas todas sus necesidades básicas. 
En la década del 70, los expertos de la UNESCO llegaron a la conclusión que la falta de proteínas durante los primeros años de vida, retrasan el crecimiento de las estructuras del cerebro, produciendo un retardo de la inteligencia, que una vez pasado ese lapso se vuelve irreversible. Estos y otros aportes fueron decisivos para abordar la salud del niño como un concepto integrado de madurez psicofísica y de bienestar familiar, en el cual el amor juega un rol primordial. 
Nos preguntamos si ¿alguna vez dejamos de necesitar afecto, comunicación, actividad creativa, contacto constructivo con el entorno físico, estímulos, inserción social? ¿O cambia solamente su ritmo, su estilo, sus momentos? 

En el otro polo de la vida, la ancianidad, tercera o cuarta edad, representa un etapa evitada y negada en las sociedades desarrolladas. Ella tiene que abordarse dentro de un concepto total de la existencia humana, de la vida como un continum, de su sentido, de la interrelación entre lo físico, lo psíquico, lo social y lo medio-ambiental. El anciano muere y pierde sus potencialidades sobretodo a causa de la perdida de su rol social, del respeto de sus capacidades, de su deseo y posibilidad de convertirse en un trasmisor de la cultura en la que desarrollo su existencia, de su falta de comunicación y de afecto de las otras generaciones. Las infecciones, lesiones o traumatismos son un agregado a su sufrimiento social.
Entre esos dos polos, esta el hombre que estudia, que trabaja, que esta desempleado, que se angustia por su futuro, que sale de la universidad y tiene frente a él un porvenir sombrío o reluciente.
¿Como abordar este hombre en todas sus etapas sin comprender sus angustias existenciales y sus otras dimensiones, que forman parte de su unidad? Pero como hacerlo, sin reformular el paradigma tecnocratico de salud?
Este es el desafío del siglo XXI, que tiene necesariamente que rescatar al hombre en su integridad.

Antidiabético y Corazón

AVANDIA, MEDICAMENTO ANTIDIABÉTICO AUMENTA EL RIESGO CARDIOVASCULAR

Emilio La Rosa

Un comité de expertos independientes ha recomendado el 14-07-2010, a la agencia de medicamentos de los Estados Unidos (FDA) de retirar del mercado o de reforzar las precauciones de uso del medicamento antidiabético Avandia del Laboratorio GlaxoSmithKline. La polémica se desató en 2007, cuando un estudio publicado en “The New England Journal of Medicine” afirmaba que pacientes tratados con este antidiabético tenían más riesgo cardiovascular que aquellos pacientes que empleaban otros remedios para controlar su glucosa en sangre. Luego el Public Citizen y el Senado de EEUU han solicitado la retirada de Avandia.

La respuesta del fabricante ha sido de presentar los resultados de varios ensayos clínicos que negaban dicho riesgo, los mismos que han podido revisar los miembros del comité. Sin embargo, ha habido acusaciones de falsear y esconder datos, y de que los médicos que apoyaron su producto habían recibido dinero del laboratorio. Según varios abogados, incluso ha aceptado pagar 460 millones de dólares para que una demanda firmada por centenares de ciudadanos no llegara a juicio.
Estamos frente a un caso semejante al del medicamento Vioxx (antiflamatorio no esteroideo) que fue retirado del mercado dos años mas tarde luego de que se constataron los efectos nefastos de este medicamento, provocando un cierto numero de muertes a nivel mundial a causa de sus efectos secundarios cardiovasculares. En dicha oportunidad, tambien hubo acusaciones de ocultación de resultados, millonarias demandes y ciertas dudas respecto al rol de la FDA. 
En el 2004, David Graham, responsable de la oficina federal de seguridad de los medicamentos, es "virtualmente incapaz de proteger a los americanos" de los medicamentos inseguros.

Fuente de informacion: Le Monde, 14 julio 201

lunes, 9 de agosto de 2010

La Sialorrea de los futbolistas

Ramón Sánchez Ocaña

Los primeros planos que la televisión nos ofrece de los futbolistas casi siempre nos presentan a los jugadores escupiendo. Y no acabamos de entender por qué. Los de baloncesto, por ejemplo, sudan y corren como ellos, y no escupen. Los tenistas sudan, se secan después de cada tanto, pero no escupen. ¿Por qué ese constante escupitajo en el campo, que en primer plano parece que llega hasta el salón de casa? (Con frecuencia llega también el sonido mudo de sus labios diciendo lindezas de la madre de alguien.)
Es verdad que en circunstancias normales, cada individuo produce alrededor de litro y medio diario de saliva. Pero depende del líquido que ingiramos y sobre todo, de lo que eliminemos por el sudor… ¿Por qué un deportista, que suda copiosamente, tiene ese exceso salival? Puede ser un tic, como el que tienen algunos muchachos al legar a la preadolescencia, en que reafirman su personalidad escupiendo, ya ser posible, de lado. Pero en adultos y deportistas no se acaba de entender, salvo que obedezca a razones ocultas.Porque es verdad que la secreción de saliva no es constante y tiene un componente psicológico grande. Hay muchos ejemplos. Pero ahora, mientras lee, piense en una rodaja de limón y comprobará que empieza a segregar saliva. Se calcula que en reposo cada una de las seis glándulas salivales de que disponemos segregan 0,08 centímetros cúbicos de saliva por minuto. Pero aumenta de manera considerable según nuestro estado de ánimo. Incluso se ha propuesto establecer un termómetro psíquico basado en la medición de saliva. Mucha saliva es alegría y, sobre todo, es ansiedad.Poca, puede indicar nerviosismo (como demuestra el vaso de agua de quien habla en público).
Pero ¿qué es lo que ocurre para que los futbolistas manifiesten esa indudable sialorrea? No se sabe. Hay casos descritos de este exceso de producción salival en que contabilizaron hasta 10 litros diarios. Sería esa imagen de quien habla y no puede contener la producción salival y lleva siempre el pañuelo en la mano para secarse continuamente las comisuras.
No es éste el caso de los jugadores de fútbol que, sin embargo, pese a la cantidad de líquido que eliminan, deben tener tal aumento de saliva que no pueden pararse un segundo sin lanzar al campo su escupitajo.
No hay razones especiales para ello. Salvo que su estado de ánimo, su estado de ansiedad, les produzca un aumento considerable de saliva; o que la influencia de algunos medicamentos incremente su producción. O simplemente, y es lo más probable, se deba a la zafia costumbre de escupir, como mucha gente aún sigue haciendo por la calle. Porque las causas de la sialorrea que se citan en los manuales hablan de Parkinson, embarazo, cambios hormonales femeninos, etc., cosas que no sufren, desde luego, los futbolistas en activo.

Rompiendo Crismas a Botellazos

Salvador G. Serrano

Analizado un viejo enigma de la ciencia forense

Voy a hacer una pregunta al lector que tal vez no se haya planteado nunca. A la hora de recibir un botellazo en la cabeza, ¿preferiría que la botella de cerveza de medio litro estuviera llena o vacía?

Es una de esas preguntas que probablemente sólo unas pocas personas se hacen a lo largo de su vida. Tal vez únicamente aquellas que de vez en cuando se lían a mamporros en el bar de turno, una escena en la que uno no puede dejar de imaginarse a un camarero impasible que va secando vasos con un trapo y un pianista que no para de tocar mientras sillas y otros enseres vuelan sobre su cabeza.

A lo que iba. Hay otro tipo de personas que se hacen esa misma pregunta: los científicos. En este caso forenses. En concreto, un equipo de la Universidad de Berna (Suiza) fue galardonado en la pasada edición de los Premios IgNobel, no sin ironía, en la categoría de Paz. Su trabajo, aparecido en el Journal of Forensic and Legal Medicine (2009;16:138-142), llevaba el sugerente título: “¿Es más fuerte una botella de cerveza llena o vacía y basta su umbral de fractura para romper un cráneo humano?”

Los autores explican que el examen de personas vivas o muertas que han sido víctimas de botellazos en disputas de taberna no es algo inhabitual en el ámbito de la práctica forense. De hecho, indican que en algún juicio han sido interrogados acerca de si es posible romper el cráneo de alguien con una botella de cerveza y si ésta hace más daño llena o vacía. No se trata, pues, de aquello ver la botella medio llena o medio vacía, sino de mantener el occipital lejos de ella.

Comentan que el tipo de heridas es distinto dependiendo de si la botella está rota o entera. En el primer caso, el vidrio puede causar heridas cortantes. En el segundo, el resultado es un contundente mazazo. En cualquier caso, la capacidad para romper un cráneo depende de las propiedades de la botella, pues si el vidrio es muy frágil difícilmente conseguirá fracturar el hueso, como ocurre con las botellas de pega que se usan en las películas del oeste.

Lo que hicieron los científicos fue examinar diez botellas de cerveza de medio litro –seis vacías y cuatro llenas- de una marca suiza. Las pesaron y midieron el grosor del vidrio mediante tomografía computerizada. En un lado de cada botella se colocó una pequeña tabla de madera de pino, fijada con una capa delgada de arcilla de modelar. Luego se colocaron horizontalmente en una bañera infantil. La madera servía para distribuir el impacto que iban a recibir con una bola de acero, y la arcilla no sólo se empleó para fijar la madera, sino también como sustituto del tejido blando del cuello cabelludo. A continuación, los investigadores dejaron caer sobre ellas una bola de acero de un kilo de peso desde distintas alturas (entre 2 y 4 metros).

El objetivo era determinar el umbral de fractura mínimo de las botellas, y los resultados muestran que las vacías soportan impactos con una energía de hasta 25 julios, pero se rompen con 30. Las llenas, por su parte, se rompen con 40 julios, pero no por debajo de esa energía.

En la discusión del artículo comentan, entre otras cosas, que el mazazo con una botella llena es un 70% más potente que con una vacía, debido a la diferencia de peso (898 frente a 391 gramos). Por lo tanto, se requiere menos trabajo muscular para impactar con mayor energía cuando uno arrea a otro con la botella llena. Por otro lado, indican que otros experimentos realizados con cadáveres muestran que el cráneo humano puede fracturarse con una energía que, dependiendo de la zona de la cabeza, varía entre los 14,1 y los 68,5 julios. En consecuencia, se puede romper una crisma tanto con una botella llena como con una vacía, si bien sería más fácil hacerlo con la primera.

En conclusión, los autores las consideran “armas formidables en una disputa física cuya prohibición está justificada en situaciones que implican riesgo de conflictos humanos”. Me pregunto si la ciencia forense ha estudiado la fuerza a la que habría que impactar un vaso de plástico para hacer daño.

viernes, 6 de agosto de 2010

Infoescepticismo

Gonzalo Casino

      

Sobre la necesidad de fomentar la lectura crítica de la información médica


El periodismo médico tiende a la exageración. La desmesura está los genes de la información periodística como lo está el impulso de reproducción en el ADN biológico. Hay ya suficientes estudios que muestran que las noticias médicas adolecen de imprecisión, de sesgos, de incompletitud. Las limitaciones de espacio y tiempo, la influencia de la publicidad en el estilo periodístico y esa búsqueda imperiosa e irreflexiva de novedades y avances médicos espectaculares fomentan estas deficiencias. Hay, por supuesto, muchas otras razones, desde la falta de filtros y de conocimientos del periodista a la precarización del oficio de informar, pero no es el momento de ahondar en ellas. Muchos lectores ya saben que todo titular contiene una licencia para exagerar, pero probablemente ignoran otros mecanismos tanto o más importantes que conducen a la distorsión y la desinformación.
Las noticias médicas se han convertido en el destilado final de un sofisticado engranaje promocional en el que participan investigadores, clínicos, laboratorios, centros de investigación, revistas médicas, asociaciones de pacientes, sociedades científicas y sus intermediarios. El periodismo médico está siendo devorado por esta maquinaria promocional a golpe de comunicados de prensa. Es tan fácil como débil intelectualmente echar la culpa al periodista de las exageraciones, de la falta de rigor y de la banalidad, pero lo cierto es que la comercialización de la información infiltra todo el proceso de la comunicación médica. Richard Smith, el añorado y brillante ex director del BMJ, lo dijo muy claro en el titular de un artículo 2005 en PLoS Medicine: “Las revistas médicas son una extensión de la división de marketing de las compañías famacéuticas”. Un press release (también una rueda de prensa) de un hospital, de una revista médica o de cualquier otro agente ofrece por definición información interesada.
Lo que no saben y debían saber muchos lectores es que casi toda la información de biomedicina está basada en comunicados de prensa. Hay estudios que lo atestiguan, como el de Vladimir de Semir publicado en 1998 en JAMA, o el de Christopher Bartlett publicado en 2002 en BMJ, que mostró que el 100% de las noticias médicas publicadas en dos periódicos británicos tan diferentes como el Times y The Sun durante 1999 y 2000 estaban basadas en press releases. Así las cosas, el tiempo está dando la razón al New England Journal of Medicine, la única entre las principales revistas médicas que no ha elaborado comunicados de prensa semana tras semana para no condicionar la agenda de los periodistas, lo que sin duda le ha restado visibilidad mediática y los supuestos beneficios que lleva emparejados. El periodismo médico ha degenerado de tal modo que muchas de las noticias reproducen hasta los entrecomillados de estos comunicados, y sólo hay algún que otro atisbo de autocrítica entre los periodistas (véase Science Reporting by Press Release, de Cristine Russell, publicado en Columbia Journalism Review).
Si no se remedia, el periodismo médico será engullido por la comunicación. La crisis ha forzado a muchos periodistas a transmutarse en comunicadores o, en casos más aislados, en profesores de periodismo, que ahora están sacando a la luz las deficiencias de una profesión que se repliega cuando quizá sea más necesaria que nunca. Contra lo que se cree, prevenir no siempre es mejor que curar, y este es el caso de las exageraciones en el periodismo médico. Son difíciles de prevenir sencillamente porque hay demasiados intereses en juego. Por eso, es vital que el periodismo médico que todavía queda se concentre en ofrecer herramientas para la lectura crítica de la información. Y es necesario también que los médicos fomenten este escepticismo informativo entre sus pacientes, como aconsejaban dos de los médicos que más están haciendo por reorientar el periodismo, Lisa M. Schwartz y Steven Woloshin, en un editorial de 2003 en el Journal of General Internal Medicine.
¿Es demasiado buena o demasiado mala esta noticia como para ser cierta? ¿Me afecta esta noticia o se refiere a estudios en ratas? ¿Da cuenta de un trabajo publicado en una revista de prestigio o de un estudio preliminar presentado en un congreso? Este es el tipo de preguntas que todo paciente o lector debiera hacerse. “Las exageraciones están al servicio de muchos intereses”, subrayan Schwartz y Woloshin, “pero no sirven al interés público”. Y en el periodismo, antes que nada, debe prevalecer el interés público. Richard Smith me dijo en una entrevista (El País, 1 de octubre de 2002) que los medios “deberían explicar las dificultades de la información médica y ayudar a la gente a ser consumidores exigentes de noticias”. Esta es la responsabilidad compartida que tienen médicos y periodistas.

Nos pesa el futuro

Ramón Sánchez Ocaña



Es evidente que vivimos una vertiginosa época de avances. Y que, además, esos avances multiplican su celeridad por la coincidencia en su apología de los medios de comunicación. Apenas se esboza una posible ventura, los medios nos erigimos en profetas y pregonamos las excelencias que se pueden derivar de esa incipiente probabilidad.

El último ejemplo lo tenemos en la vacuna RV 144 contra el sida. Cuando se lee la realidad de la investigación y las dudas que los propios científicos arrojan sobre esa nueva “inmunización” no parece que haya muchas dudas acerca de que no se trata realmente de una vacuna sino simplemente de un intento novedoso. La carga viral, por ejemplo, es la misma en los infectados vacunados que en los no vacunados y la diferencia entre los vacunados y los que recibieron placebo es mínima. Con estas premisas, hablar de “nueva vacuna” es cuando menos un sueño que no conecta con la vida real. 

Pero ocurre en todos los campos de la vida. Pese a que el mundo nos trae a diario abundantes noticias que nos hacen preguntarnos qué es lo que está pasando, o qué civilización estamos creando, íntimamente tenemos la sensación de que estamos instalados en una especie de burbuja inflada de optimismo. 

Las expectativas, es decir, la posibilidad razonable de que algo suceda, nos dicen que la esperanza de vida nos situará por término medio en los 80 años. Y que más de 3 de cada 5 cánceres se curan; y que las predicciones sobre el aumento de la población no son tan dramáticas; y que el talento del ser humano va superponiendo energías para que la civilización no se detenga. Y que si el mar se acaba, la acuicultura nos pone el pescado en el plato. Se trata, en definitiva, de dibujarnos un mundo, si no idílico, sí al tamaño de nuestro idealismo para que nos permita vivir pensando que tenemos lo mejor posible. 

Y, sin duda, esas noticias dramáticas que tratan de traernos el mundo real a nuestro rincón de confianza pueden tener la misión de decirnos desde una pantalla o desde una letra impresa eso de “Mira qué suerte tienes que no estás en Indonesia, ni en Afganistán, ni en el terremoto de Sicilia, ni...”. Es como si te traen la tierra reseca de África y te abren cerca un grifo para que oigas caer el agua... 

Instalados, pues, en el bienestar, real o fomentado, rodeado de expectativas idealizadas, nos llega de golpe la realidad en forma de crisis. Y acostumbrados a creer que no es posible, nos vemos sumidos en un horizonte oscuro, porque lo que no hemos sabido gestionar es la capacidad de frustración. Somos socialmente como niños pequeños a los que de pronto se les dice que se acabó el ocio. Y como hijos de esta civilización del bienestar que hasta hace bien poco quería de todo y lo tenía (y sin tardanza), nos encontramos ahora con que no es posible. Que el paro si no ha llegado ya, puede estar cerca; que hay que hacer ejercicios de humildad, que la ostentación es un insulto, que ya hay hambre. Y, sobre todo, que se palpa una sensación de miedo. 

Hay que pinchar aquella burbuja de optimismo. Bajarse a la realidad. Aunque nos pese el futuro. Y cambiar las expectativas para no ser víctimas de la frustración.

jueves, 5 de agosto de 2010

Los Viejos Dormimos Menos

LA NECESIDAD DE DORMIR DISMINUYE A MEDIDA QUE ENVEJECEMOS


Las personas de edad avanzada sanas sin trastornos del sueño pueden tener una menor necesidad de dormir y encontrarse menos somnolientos durante el día que los adultos sanos, según un estudio de la Universidad de Surrey (Reino Unido) que se publica en “Sleep”.
En el estudio participaron 110 adultos sanos sin trastornos del sueño: 44 jóvenes de entre 20 y 30 años, 35 de mediana edad entre 40 y 55 años, y 31 personas de edad avanzada que tenían entre 66 y 83 años.
Los resultados muestran que durante una noche de 8 horas en cama, el tiempo de sueño total disminuía de forma significativa y progresivamente con la edad. Los mayores dormían alrededor de 20 minutos menos que los adultos de mediana edad, que a su vez dormían 23 minutos menos que los adultos jóvenes.
El número de despertares y la cantidad de tiempo empleado despiertos después del inicio del sueño aumentó de forma significativa con la edad, y la cantidad de tiempo consumido en la fase de sueño profundo de ondas lentas disminuyó en todos los grupos de edad. Incluso con estas disminuciones en el tiempo de sueño, intensidad y continuidad, los mayores mostraron menos propensión subjetiva y objetiva al sueño que los adultos más jóvenes.
Además, dos noches adicionales en las que se incluyó una alteración del sueño de ondas lentas condujo a una respuesta similar en todos los grupos de edad. La mayor propensión al sueño diurno aumentó y el sueño de onda lenta se recuperó durante una noche de sueño de recuperación.
Según los autores, esto sugiere que la carencia de un aumento en la somnolencia diurna en presencia de un deterioro asociado a la edad en la calidad del sueño no puede atribuirse a la falta de respuesta a las variaciones en la presión del sueño homeostática. En vez de ello, el envejecimiento saludable parece estar asociado con reducciones en la duración del sueño y en la profundidad requerida para mantener el nivel de alerta durante el día.
Según explica Derk-Jan Dijk, investigador principal, “nuestros descubrimientos reafirman la teoría de que no es normal para los mayores estar somnolientos durante el día. Si eres joven o mayor si sufres somnolencia durante el día o no duermes lo suficiente o podrías sufrir algún trastorno del sueño”.
Los autores señalan que la causa de las reducciones asociadas a la edad en el sueño de ondas lentas y el sueño deben determinarse. Los factores asociados podrían incluir alteraciones en las hormonas reproductivas o cambios en el cerebro. Añaden que el estudio no analizo la propensión al sueño durante las horas vespertinas, cuando es posible que los mayores estén más somnolientos que los adultos jóvenes.
Afirman que el estudio también tiene implicaciones para el tratamiento del insomnio en mayores, que podrían no están advertidos de su menor necesidad de sueño. Por ello, la restricción del sueño, que conduce a una mayor presión del sueño homeostática, podría ser una terapia de conducta eficaz para el insomnio en los mayores sanos.

Recuperar Sueño Perdido

DORMIR MAS EL SÁBADO O DOMINGO NO COMPENSA LA FALTA DE SUEÑO DE LA SEMANA

Un trabajo demuestra que recuperarse completamente de una restricción crónica de sueño requiere más de diez horas de descanso durante una o varias noches.


Dormir unas horas extra durante el fin de semana puede ser un buen remedio para los adultos que suelen acostarse demasiado tarde o levantarse muy temprano durante la semana. Sin embargo, incluso dormir una noche entera durante 10 horas podría resultar insuficiente para acabar con los efectos negativos de las restricciones crónicas del sueño. Así lo sugiere un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, publicado recientemente en Sleep.
El trabajo demostró que los daños neuroconductuales, como el aumento de los lapsus de pérdida de atención y las reacciones lentas, se acumulan durante un período de cinco días de sueño restringido a menos de cuatro horas por noche.
Las medidas conductuales, subjetivas y psicológicas de alerta mejoraron significativamente después de una noche dedicada a recuperar sueño. No obstante, algunos déficits neuroconductuales persistieron después de la dosis máxima de recuperación de sueño -fijada en 10 horas- durante las que los participantes del estudio durmieron una media de nueve horas.
Así, el estudio sugiere que una completa recuperación de una restricción crónica de sueño podría requerir incluso más horas de descanso durante una noche o varias noches durmiendo durante suficiente tiempo.
Evitar las noches en blanco
Según el investigador principal del trabajo, David F. Dinges, director de la Unidad de Psiquiatría Experimental y jefe de la División del Sueño y la Cronobiología de la Universidad de Pennsylvania, "recuperar el estado de vigilia depende en gran medida del tiempo de recuperación que se pase en la cama".
El deterioro en la actividad y el nivel de alerta empeoraban considerablemente cuando las cinco noches de restricción del descanso iban seguidas de una noche o sin dormir o de sólo dos horas de sueño, comenta el investigador. "Esto subraya -apunta- la importancia de evitar pasar una noche entera sin dormir después de un período en el que se ha dormido menos de lo necesario de forma continuada".
"Una hora o dos adicionales de sueño durante la mañana después de un período soportando una pérdida de sueño parcial crónica tenía importantes beneficios para continuar recuperando la situación de estar plenamente despierto", indica Dinges.
Un total de 159 adultos sanos con una media de edad de 30 años participaron en este trabajo, el mayor número de pacientes que participa en un único experimento de laboratorio para observar los efectos de la restricción del sueño.

sábado, 24 de julio de 2010

Control de Calidad en Medicina II

Emilio La Rosa Rodríguez
Vice-Presidente del Comité
Internacional de Bioética
de la UNESCO
Diciembre 2009

En diciembre del 2008, publiqué un artículo en estas paginas que analizaba la problemática del control de calidad de los laboratorios clínicos y de los centros de radiología. Más de un año después, es lamentable constatar que muy poco o nada se ha avanzado en estos rubros, debido quizás a que no se tiene una idea exacta de la magnitud de este problema de salud pública, que sigue produciendo diagnósticos erróneos y efectos adversos, contraviniendo uno de los principios fundamentales de la bioética: “primero no hacer daño”.
Dentro de este mismo tema, hoy deseo analizar brevemente la problemática de control de calidad de los equipos de radioterapia y los mamógrafos.
Actualmente el IPEN realiza inspecciones de toda fuente de radiación ionizante en el área industrial, médica, de investigación y enseñanza, entre otros. Dicho trabajo tiene como finalidad « verificar la seguridad radiológica existente en una determinada instalación a través de la revisión de los registros y procedimientos, revisión de las operaciones que se efectúa y de mediciones de los niveles de radiación y/o contaminación que sean necesarias ». Sin embargo, desconocemos la periodicidad y la eficacia de dichos controles, y tampoco se conoce cual es la frecuencia de los efectos adversos provocados por estos equipos. En términos exclusivamente terapéuticos, un equipo de radioterapia sometido a un control deficiente corre el riesgo de aumentar o disminuir la dosis requerida, de distribuirla de forma incorrecta o de dirigir dicha dosis fuera del lugar deseado. Un aumento de la dosis acarrea un incremento de la frecuencia y de la gravedad de las complicaciones post-radioterapia. Una disminución puede traer como consecuencia una destrucción incompleta del tumor canceroso, y una radiación administrada fuera del tumor afecta órganos sanos provocando efectos adversos serios. Todas estas consecuencias son graves y deben ser evitadas a través de un programa estricto, independiente, sistemático, obligatorio y periódico de control, acompañado de un Programa de Tecnovigilancia que permita detectar los eventos adversos. En el Perú, no se sabe actualmente cual es la magnitud del problema, pero empíricamente sospechamos que debe ser serio debido, entre otros, a la deficiencia del control y la evaluación.
Actualmente, el DIGEMID –MINSA ha elaborado un reglamento que permitirá poner en marcha un Plan de Implementación de la Tecnovigilancia, este programa hay que apoyarlo, pero debe paralelamente estar acompañado del control de los equipos arriba mencionado, ya que la Tecnovigilancia se sitúa después del daño provocado por un equipo, lo más importante es evitar ese perjuicio, mejorando el control realizado por el IPEN, proporcionándole los recursos necesarios para su acción.
Referente a los mamógrafos, el problema es más álgido cuando se trata de campañas de despistaje de cáncer de mama, cuyo objetivo es de detectar un tumor de pequeña talla que no halla dado metástasis, ya que un tumor diminuto puede ser extirpado con éxito y las posibilidades de curación son muy elevadas.
Una célula maligna de mama demora alrededor de siete años para transformarse en un tumor de 3 a 5 milímetros de diámetro (talla susceptible de ser detectada por el mamógrafo), y el riesgo de metástasis aumenta conforme crece el tumor, así por ejemplo, un tumor de 7.5 milímetros de diámetro da metástasis en el 4% de casos y un tumor de 35mm en el 50% de casos. Por esa razón, es importante descubrir un tumor lo más pequeño posible. Para que el mamógrafo pueda detectar dicho nódulo es necesario que el equipo esté en condiciones optimas, esos requisitos solo se alcanzan con un mantenimiento y un control sistemático, independiente, obligatorio y periódico. Si dicho control es deficiente o inexistente, el riesgo de que el mamógrafo no “vea” los tumores de pequeña talla es elevado, originando de esta forma diagnósticos errados (evento adverso).
Da la impresión que la problemática de la calidad del sistema de salud no ha sido aún tomada en cuenta por las autoridades y los profesionales de salud, que se encuentran abocados a resolver el arduo y difícil reto del acceso universal a los servicios de salud. Sin embargo, esos dos frentes no son contradictorios, el primero (la calidad) necesita sobretodo voluntad política y participación activa de los profesionales y de las instituciones representativa de los usuarios; el segundo; además de la voluntad política, urge de financiamiento.