Escribe: Oscar Giménez
Acusan
al famoso porífero animado de influir negativamente en el rendimiento cognitivo
de los preescolares
Ser un personaje de ficción no
implica poder escabullirse del escudriñamiento científico. Ni siquiera ser un dibujo
animado. Hay estudios que han abordado diagnóstico psiquiátrico de Gollum,
los traumatismos craneoencefálicos de Tintín, los efectos de la
lectura de Harry Potter sobre los accidentes infantiles o los trastornos
mentales del osito Winnie Pooh.
Ahora le ha llegado el turno a Bob
Esponja, cuya serie de animación es la más vista por los niños de 4 a 12 años
de edad en nuestro país. Resulta que una psicóloga norteamericana de la
Universidad de Virginia, llamada Angeline Lillard, se dedicó a analizar cómo
afectaba ver estos dibujos a los niños de 4 años.
Hizo sus experimentos con 60 niños de
esa edad. Un grupo pasó 9 minutos viendo a Bob Esponja, definida por la autora
como “serie infantil de ritmo trepidante”. Un segundo grupo se dedicó a ver
Caillou, serie infantil más sosegada y con una finalidad más educativa que la
del amarillento personaje encorbatado que “vive en la piña debajo del mar”. Un
tercer grupo simplemente pasó el tiempo dibujando.
Los tres grupos de niños fueron
sometidos inmediatamente después a una serie de pruebas para evaluar su función
ejecutiva, definida como una colección de habilidades que engloban la atención,
la memoria, la resolución de problemas y el autocontrol, entre otras. En una de
esas pruebas, por ejemplo, debían pronunciar al revés una serie de varios
números que les decía el investigador. En otra debían tocarse los pies cuando el
investigador les pidiera tocarse la cabeza y viceversa. Otro test consistió en
resolver el clásico problema de las torres de Hanoi.
Los resultados del experimento, que
se publicó en el número del pasado octubre en la revista "Pediatrics" bajo el título “El impacto inmediato de diferentes tipos de televisión
sobre la función ejecutiva de niños pequeños”,
revelan que aquellos que vieron a Bob Esponja obtuvieron peores puntuaciones en
las pruebas realizadas. Los resultados obtenidos por los que vieron a Caillou
no se diferenciaron de los que pasaron el rato dibujando.
Otra prueba midió su impulsividad. En
concreto, consistió en enseñarles dos platos de chucherías y dejarlos solos en
una habitación. En un plato había dos dulces y en el otro diez. Si hacían sonar
una campana, aparecería un adulto y les dejaría comer el plato con menor
cantidad. Si tenían paciencia y esperaban, cuando el adulto llegara les
dejarían comer el plato de diez. El artículo de la Dra. Lillard también muestra
que los niños que vieron a Bob Esponja fueron significativamente más
impacientes e impulsivos que el resto.
La conclusión de la autora es que
dejar a los niños de 4 años ver una serie de dibujos animados de ritmo
desenfrenado tiene un impacto negativo sobre su función ejecutiva, lo cual
afecta temporalmente a su capacidad de atención y de aprendizaje. Por lo tanto,
desaconseja a los padres dejar que los niños vean a Bob Esponja en la tele
antes de ir al colegio o antes de realizar alguna actividad que requiera
prestar atención.
Es una polémica más sobre los
posibles efectos nocivos de la “caja tonta”, pero no tiene ni punto de
comparación con las quejas que algunos grupos ultraconservadores
estadounidenses hicieron del personaje hace ya unos cuantos años,
acusándolo de promover la homosexualidad. El origen de la tontería fue que la
imagen de Bob Esponja fue utilizada –junto a otros muchos más personajes
populares- cantando en un vídeo que se distribuyó en escuelas de educación
primaria para difundir un mensaje de tolerancia hacia todo tipo de culto,
género, raza u orientación sexual. Criticaron que el monigote animado era un
personaje emblemático de la comunidad gay, un honor que compartía con otros
famosos, desde Epi y Blas hasta Batman y Robin, pasando por el teletubbie
morado. Vivir para ver...
No hay comentarios:
Publicar un comentario